Comisariada por Letizia Arbeteta, la muestra de pequeño formato constituye una oportunidad única para contemplar el arte de la talla del cuarzo hialino o cristal de roca en la que destacó la ciudad de Milán en la segunda mitad del siglo XVI, produciendo obras extraordinarias, fruto de la inspiración artística, la erudición y el conocimiento técnico, capaces de emular las realizadas en la Antigüedad.
Estas obras, que por su valor artístico y material se destinaron a colecciones que sólo soberanos y miembros de la alta nobleza europea se podían permitir, representan a los dos talleres más importantes de la segunda mitad del siglo XVI, los de las familias Miseroni (que incluye obras del taller que abrieron también en Praga para surtir al emperador Rodolfo II) y los Sarachi, y dos de los principales artistas: Francesco Tortorino y Annibale Fontana.
La exposición se completa con otras posibles atribuciones y tres pinturas, destacando La familia Miseroni en su taller de Karel Škréta, un grabado y dos medallas. Todas las piezas pertenecieron, entre otros, a los emperadores del Sacro Imperio, los reyes de Francia, los duques de Baviera, de Mantua, de Toscana, Saboya… sin olvidar a los monarcas españoles, ya que Felipe II fue reconocido desde 1554 como duque de Milán y trabajaron para él importantes lapidarios (tallistas de piedras finas) milaneses.
Contexto histórico
Para comprender el ambiente artístico, la muestra presenta una aproximación a las circunstancias históricas, incluyendo también las consideraciones intelectuales y simbólicas que justifican la elección de ciertos temas, tanto religiosos como mitológicos, presentes en las obras. Algunas de ellas, en forma de animales fantásticos, no son producto de la casualidad, sino formas de ver el mundo, basadas sobre todo en ciertas ideas neoplatónicas sobre el mundo y la naturaleza, influidas también por el pensamiento de Leonardo da Vinci, que se cree pudo haber contribuido en la mejora de los diseños del instrumental y maquinaria necesarios para la talla.
Incluso pueden responder a una actitud contestataria frente a las ideas de la Contrarreforma, que proponía un arte al servicio de las ideas religiosas, alejado del mundo clásico y de los refinados caprichos que tanto se apreciaban en el ámbito manierista y de las que estas espectaculares bizzarrie (cosas extrañas y maravillosas) son uno de los mejores ejemplos.