Rafael Canogar comenzó a pintar como discípulo de Daniel Vázquez Díaz, formándose en las coordenadas del neocubismo figurativo. Pronto inició su evolución hacia el informalismo, lo que le llevará a convertirse en uno de los jóvenes fundadores, en 1957, del grupo El Paso –junto a Antonio Saura, Manuel Millares y Luis Feito, entre otros–. En 1960 participó en las exposiciones que el MoMA y el Museo Guggenheim de Nueva York dedicaron a la joven pintura española. Seguirá vinculado al expresionismo abstracto hasta 1963, momento en que dará paso a un arte figurativo próximo al realismo comprometido. A mediados de los setenta retomará una abstracción que, desde entonces, lo ha llevado de las formas próximas al cubismo, al collage y al retorno a la gestualidad.
Entre sus reconocimientos se encuentran el Gran Premio de la Bienal de São Paulo (1971), el Premio Nacional de Artes Plásticas (1982), el Premio Tomás Francisco Prieto (2002), la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2003), el Premio Artes Plásticas de la Cultura de la Comunidad de Madrid (2005) y el Premio Nacional de Arte Gráfico (2011). Desde 1998 es miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Víctor Nieto Alcaide ha sido profesor en la Universidad Complutense de Madrid, Universidad de La Laguna y Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Desde 1981 es profesor en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), donde actualmente es catedrático emérito de Historia del Arte.
Su labor investigadora se ha centrado en el estudio de la vidriera española, el arte renacentista y el arte contemporáneo. Desde 2002 es miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 2001 fue comisario de la exposición Canogar, cincuenta años de pintura en el Museo Reina Sofía; asimismo, en 2006 publicó el libro Rafael Canogar: el paso de la pintura.
Canogar según Nieto Alcaide
«Pintor cargado de inquietudes, dotado de una sorprendente actividad, con el entusiasmo de un artista joven que se inicia en la lucha constante para encontrar un lenguaje propio, Rafael Canogar es un hombre sosegado, de una profunda humanidad, pleno de impulso vital y equilibrado. Como es su pintura: todo lo contrario de un acto de gesticulación y espectáculo. Para Canogar su arte es rigor, reflexión, proyección de una racionalidad teórica que nunca se aparta de unos elementos esenciales y primarios de la pintura».