Son, en concreto, 13 pinturas y 14 dibujos de gran formato pertenecientes en su mayoría a la serie Campos de Batalla, en las que el artista refleja imágenes de luchas que van más allá de un enfrentamiento bélico y representan un reflejo de las disputas internas que mantiene el ser humano en su relación con el exterior.
En sus particulares campos de batalla, Lacalle insinúa un viaje que acaba sucumbiendo ante una realidad social que, a su juicio, en estos momentos es muy preocupante. Los grandes lienzos documentan visualmente esas disputas internas de la persona a través de recursos como el uso del color o de elementos autobiográficos, todo ello bajo un particular sentido irónico.
El proyecto expositivo, explica el comisario de la muestra, plantea una actitud ante la pintura como un enfrentamiento, una especie de relación con la imagen y los imaginarios postapocalípticos que hablan de lo que está ocurriendo en el contexto actual. Sus obras son un reflejo de lo que queda tras una catástrofe, aunque su lado colorista nos da al mismo tiempo un espacio para la esperanza.
«La obra de Lacalle –explica el director del CAAM– es heredera de la tradición pictórica española de mediados de los ochenta, a tono con lo que actualmente se conoce como la nueva pintura narrativa, y conecta con la etapa final del neoexpresionismo alemán de los ochenta. En cambio, por el sentido del humor que tienen sus obras en toda su producción, hay un discurso crítico intrínseco de la pintura en sí y del placer por pintar».
«Lacalle es un artista español que no tiene parangón; es excepcional. Fue el primer pintor joven español fichado por la prestigiosa Galería Marlborugh. En España podría ser comparado con Luis Gordillo y de su generación puede compararse con Jorge Galindo», destaca Omar-Pascual Castillo.
En estas últimas obras de Lacalle que se muestran en la exposición, sus investigaciones en el ejercicio del lenguaje pictórico avanzan desde los anteriores lugares donde nunca sucede nada hasta un espacio protagonista de los hechos más terribles, donde la decadencia que genera la belicosidad de la violencia humana se hace geografía, experiencia de muerte, soledad y desolación. Su obra, en efecto, refleja un vuelco en su manera de pintar, adentrándose en ellas como lo hace un fotoperiodista que penetra en ‘territorio comanche’.
Esta exposición va acompañada de una publicación que incluye textos de Fernando Castro Flórez, Pedro G. Romero y Omar-Pascual Castillo. El libro ha sido publicado con la colaboración de JTI, compañía que por quinto año consecutivo colabora con el Centro.