Entre estas obras, la gran mayoría procedentes del Museo del Louvre, el visitante encontrará esculturas, estatuas y figuras, estelas y relieves, cerámica, papiros, acuarelas y pinturas murales, cofres, amuletos y joyas, así como una gran variedad de objetos cotidianos.
Grandes dimensiones
También incluye algunas piezas de grandes dimensiones, entre las que destaca la que cierra la muestra, de más de cinco toneladas de peso de granito rosa. Se trata de un grupo estatuario que muestra a los babuinos que formaban la base del obelisco oriental del templo de Luxor. Otras piezas de grandes dimensiones son las estatuas Esfinge real con el nombre de Acoris o León tumbado sobre un costado.
De igual forma destaca un grupo formado por 14 ejemplares de momias de diversos animales (gatos, perros, corderos, ibis, halcones, peces, cocodrilos y serpientes), así como ataúdes y sarcófagos. Aprovechando la última tecnología y la organización de esta exposición se han realizado escáneres (tomografías computarizadas) a estas momias.
Además del estudio de las momias se han restaurado 260 piezas, efectuando trabajos diversos, desde la limpieza hasta intervenciones encaminadas a devolver a las obras su legibilidad y estabilidad.
Religioso, simbólico o político
Animales y faraones. El reino animal en el antiguo Egipto permite adentrarse en una civilización fascinante desde una óptica innovadora: su fauna. Ningún otro pueblo ha observado, descrito, integrado y hecho suya la fauna de su país como esta civilización. Así, a través del prisma de la zoología se nos muestra el corazón del antiguo Egipto, su aspecto más cotidiano.
No es necesario ser egiptólogo para advertir la amplia presencia de la figura animal en el arte egipcio. Esta profusión, junto con el culto a los animales sagrados que se dio en las épocas más tardías del Egipto faraónico, llevó a algunos filósofos e historiadores clásicos a considerar a los antiguos egipcios como simples zoólatras.
Esta reputación ha permanecido arraigada en el pensamiento occidental hasta la época moderna, hasta que la egiptología científica ha arrojado nueva luz sobre una religiosidad mucho más compleja de lo que parecía y ha interpretado con mayor precisión la relación entre los antiguos egipcios y el mundo animal.
Los egipcios no adoraban a los animales: elegían cuidadosamente las formas animales para convertirlas, por comparación o asimilación, en manifestaciones de la esencia divina accesibles a los humanos. En su representación hay un discurso religioso, simbólico o político basado en una observación minuciosa e incansable de la naturaleza.
Esta exposición es fruto del acuerdo entre la Obra Social ”la Caixa” y el Museo del Louvre para la organización conjunta de proyectos expositivos. Es, además, la primera de la nueva serie de muestras conjuntas programadas y se convierte en la primera que se expone en ambos países, ya que pudo verse en el Louvre-Lens entre diciembre y marzo del año pasado.
Pilar del pensamiento
En una civilización en la que los animales, tanto salvajes como domesticados, eran omnipresentes, los egipcios se apropiaron de ellos para crear de diversas maneras las imágenes simbólicas que vehiculan. En este sentido, la figura animal constituye un pilar del pensamiento religioso egipcio, así como una fuente casi infinita de inspiración.
En sus nueve ámbitos, la exposición muestra estos vínculos extraordinarios que unieron a los hombres y la naturaleza, a los egipcios y los animales: desde la simple percepción material de criaturas reales en su medio natural hasta la transposición de sus múltiples figuras al lenguaje codificado del pensamiento, ya sea en el ámbito religioso, funerario o político. Se reconstruye así la relación que se estableció entre los hombres y los animales, la naturaleza y la cultura en el antiguo Egipto, desde la admiración y el temor hasta las construcciones simbólicas más sofisticadas.