Para el comisario, «en el arte de Tiravy el ser humano es un importante sujeto de estudio. Considera el aspecto externo de las personas como un medio para evaluar y sacar a la luz los conflictos interiores, las emociones. Los rastros de sus vivencias se potencian con los accidentes, como ella misma los define. Rodeados de un simbolismo especial, los objetos cotidianos son a su manera una mitología personal y participan de esta búsqueda que a menudo quiere ser antropológica. La artista concede atención a resaltar el clima solemne que acompaña nuestra entrada al mundo interior del Otro (así, en mayúsculas): la dignidad y la elegancia son los atributos inatacables del sujeto, a pesar de su vulnerabilidad».
El trabajo de la artista se sitúa entre la deuda y el desvío en cuanto al dibujo académico. La representación rigurosa y sin concesión del modelo se combina con una domesticación del carboncillo, material de predilección trabajado directamente con la mano.
Los modelos, las personas, son así vistas como un todo cambiante. Y para ello Tiravy no ha dudado en jugar con la materia, sugiriendo, alterando. En esta ocasión ha tomado como referencia la iconografía clásica de la representación monumental. Los monumentos escultóricos son por ello una referencia, pero sus carboncillos, a diferencia de la escultura, son frágiles. Resaltan lo efímero del ser humano y suponen una crítica a lo solemne, más cercano a una vanitas que a la imagen de lo eterno.