Alonso, la artista más joven que ha participado en Conexiones, relaciona en su trabajo el dibujo con otras disciplinas como la arquitectura o el diseño, prestando especial atención a las problemáticas vinculadas a la afectividad con el entorno. Como en las ediciones anteriores, el trabajo que se presenta es inédito y se ha desarrollado a partir de dos obras escogidas de entre los fondos de ambas instituciones.
El punto de partida ha sido Parere su l’Arquitectura (1765), un grabado de Giovanni Battista Piranesi (Mogliano Veneto, Treviso, 1720 – Roma, 1778) recientemente incorporado a la Colección Banco Santander, que es una suerte de pastiche delirante, ultraecléctico, que juega con los estilos del pasado. Mientras que de los fondos de la Colección ABC Alonso se ha decantado por La encerrada (1933), pieza de José Luis López Sánchez que se publicó en el diario ABC ilustrando un poema homónimo de Rafael Alberti.
Con su saturación de citas, superposición desordenada de órdenes, retazos de culturas distantes, elementos arquitectónicos y su mezcla de erudición e inventiva, la obra de Battista transforma la arquitectura antigua en un crisol donde la imaginación se impone a la posibilidad real constructiva (fantasía antes que arqueología). Y no obstante, la disposición simétrica y el refuerzo de la geometría que se dan entre tanta variedad, dotan a la imagen de una extraña rigidez en medio de lo heterogéneo de su naturaleza, algo que Elena Alonso ha sabido percibir también como propio.
Encaje de piezas
Por otro lado, el encaje entre vacíos dentro de una imagen fragmentada geométricamente es lo que llamó la atención de la artista de la pieza de López Sánchez. Con sus cajas en blanco para recibir el texto y adaptarse a las condiciones de la página impresa, con su airecillo decó, tan propio, por otro lado, de la poética de la joven artista, es un caso distinto pero igualmente original de composición de la imagen en un plano muy comprimido, casi al modo de la taracea o la intarsia.
En los dibujos realizados por Alonso se van a encontrar todas estas peculiaridades que crean una relación entre las imágenes invitadas y su propia obra. La muestra pone de manifiesto una suerte de mecanismo de encaje entre piezas heterogéneas, fragmentos y elementos casi figurativos, que en el plano de representación vienen a juntarse encajando poco a poco entre sí, hasta dar lugar a sus características imágenes, tan atractivas, de impecable limpieza y enigmático significado.
La artista ha desarrollado para la muestra algunos de sus dibujos más ambiciosos (alguno sobrepasa los cuatro metros y medio de longitud) y se completa con obras sobre papel, piezas objetuales y una instalación. Ésta última se despliega por las paredes de la sala, a modo de elementos decorativos arquitectónicos (cornisas, jambas y molduras), envolviendo al espectador muy discretamente en un mundo de ritmos y variaciones donde, una vez más, el vacío entre los elementos significativos adquiere el protagonismo final.