Comisariada por Yevguenia Petrova y Joseph Kiblitsky, esta exposición es la primera individual que se dedica a este artista en España. “El nombre de Pável Filónov era un enigma hasta hace muy poco no sólo en Occidente, sino también en Rusia”, recuerda Petrova. Esto es en parte consecuencia de una prohibición terminante impuesta sobre su obra, que se prolongaría a lo largo de casi cinco décadas, así como del hecho de que jamás salió de su país.
La obra de Filónov es una creación oculta, marcada por la incomprensión y el desdén, algo que comenzó a cambiar con la exposición colectiva París-Moscú, que se celebró en 1980 en el Centre Pompidou París, y que el mismo Pompidou afianzó en febrero de 1990 con una reveladora exposición individual, a la que siguió otra, ese mismo año, en la Kunsthalle de Düsseldorf.
Arte analítico
La muestra ‘malagueña’ abarca todas sus épocas y facetas: revelando su maestría al dibujo, su compleja capacidad expresiva, los escasos encargos que aceptó –sus únicos acercamientos al arte más oficial– y su creación personal, aquella que cumplía su propios preceptos de un Arte Analítico –su aportación más destacada como teórico del arte.
Entre las piezas que componen Testigo de lo invisible, junto a las que se consideran sus obras maestras, se incluyen varios objetos, como la bufanda que tenía previsto regalar a su esposa, Yekaterina Aleksándrovna Serebriakova: “dediqué a esta obra un mes y medio exactos (del 6 de julio al 20 de agosto, unas 16 horas al día)”, escribió Filónov en sus Diarios, quien quiso incluirla en la exposición celebrada en Leningrado con motivo del XV aniversario de la instauración del poder soviético. Por desgracia, escribió el pintor, “mi bufanda no se incluyó en la exposición”. Hubo que esperar a 1988 para que esta pieza singular se exhibiera por primera vez en el Museo Ruso.
Silencio forzado
Las primeras obras de Filónov se mostraron en 1910, en la exposición de la Unión de Juventud de San Petersburgo. Pero ya en 1929 una exposición monográfica del artista, la que debía descubrirle al mundo, aguardó casi un año entero en las salas del Museo Ruso de la entonces Leningrado sin llegar a abrir sus puertas al público. Tras participar en 1932 en la exposición con motivo del XV aniversario de la Revolución de Octubre, con lienzos y dibujos, junto con otros cuadros de Malévich y algunos artistas innovadores, el silencio forzado se posó sobre la obra de Filónov.
Pável Filónov murió en 1941 por inanición, marginado y olvidado, durante el sitio de Leningrado. El pintor, que nunca vendió sus cuadros, por considerar que debían ser patrimonio del pueblo, escribió en 1931, refiriéndose a sí mismo en tercera persona: “Todos sus trabajos, los ya hechos y los que tiene previsto hacer, los lega al Estado para que se funde el Museo del Arte Analítico. Quiere hacer una exposición de sus obras por la Unión y en el extranjero”. Cumpliendo con la voluntad del pintor, su hermana Yevdokía Glébova donó en 1977 al Museo Ruso casi toda la producción de Filónov, unas 400 obras.