A través de fotografías, dibujos, vídeos y diferentes piezas artísticas, la exposición recorre la historia de la fundación, sus fases constructivas e históricas, incluyendo el proceso desamortizador de 1835, los avatares de la Guerra Civil y la revitalización con la llegada de la orden benedictina y el más reciente proceso de recuperación, el periodo entre 1985 y 2013. Dentro de este último proceso rehabilitador se subrayan algunos aspectos tan emblemáticos como la restauración de la Capilla del Sagrario, el retablo de alabastro y la recuperación de la magnífica sillería de coro.
Comisariada por el arquitecto Eduardo Barceló y por Leticia Ruiz, jefa de Departamento de Pintura Española del Museo del Prado y responsable del proyecto de recuperación de la serie cartujana de Carducho, la exposición temporal puede visitarse en el Monasterio, que desde 1954 está habitado por monjes benedictinos, hasta enero de 2016. La muestra tiene por objetivo «dar a conocer el esfuerzo realizado para recuperar el monasterio», en palabras de Barceló. Son cinco las salas a través de las cuales el visitante descubrirá las claves de la transformación del conjunto monumental.
La serie de Carducho
La importante serie pintada por Vicente Carducho (Florencia, c.1576 – Madrid, 1638) a comienzos del siglo XVII para la cartuja se exhibe desde julio de 2011 en su emplazamiento original, tras haber permanecido casi doscientos años dispersa.
Gracias a las obras de rehabilitación promovidas en el recinto del claustro por parte de Cultura y a la intervención del Prado para la recuperación y restauración de los 52 lienzos conservados en la actualidad, las pinturas ocupan de nuevo el emplazamiento original en el que permanecieron más de dos siglos desde su creación, antes de que la desamortización de Mendizábal propiciara su dispersión durante casi otras dos centurias.
Proceso de recuperación
El Prado inició en el año 2000 el proceso de recuperación de la serie pictórica más completa y ambiciosa jamás realizada por Vicente Carducho y pensada para integrarse en el claustro mayor de la cartuja. Con esa larga intervención se consiguió terminar con el deterioro material del conjunto, al tiempo que se recuperaron los formatos originales de los lienzos, rematados en arco de medio punto para poder adaptarse a la arquería gótica del claustro. Las 52 obras volvían así a reintegrarse en los más de 40 metros que conforman las galerías o pandas sur, oeste, norte y este del recinto.
Este dilatado proceso concluía con el regreso del conjunto al claustro principal de la cartuja, rehabilitado para este fin a iniciativa de la Dirección General de Bellas Artes, restableciéndose así la secuencia narrativa de una de las colecciones de pintura histórica más importante de Europa.
Una de las intervenciones más complejas se llevó a cabo en El éxtasis de Jean Birelle, pintura que presentaba amplias zonas de pérdidas cromáticas que sólo en parte se han recuperado, gracias al boceto preparatorio del lienzo que se encuentra en el Musée du Louvre.
Para recibir las obras de Carducho y garantizar su conservación, el claustro fue objeto de un ambicioso proyecto de restauración y musealización. El monasterio de Santa María de El Paular pertenece al Estado desde 1876.
Desde 1978, su conservación fue asumida por el Ministerio de Cultura, a través del IPCE. Uno de los objetivos del Plan Director elaborado en 1996 era la restauración y adecuación del claustro, que fue dirigida por el arquitecto Eduardo Barceló, comisario de esta muestra. Otras actuaciones en el monasterio dentro del plan director consistieron en la conservación de biblioteca, celdas, molino y restos arqueológicos, y la restauración de cubiertas, sacristía, sillería del coro, retablo mayor y portada.
Inversión de 15 millones
Todas estas actuaciones supusieron una inversión total de 11.461.884 euros, de los que 7 millones se invirtieron desde 2004. Todo ello a cargo del presupuesto de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales. Si se suma la inversión realizada por el Museo del Prado, la cantidad final invertida por el Ministerio ascendió a 12.131.884 euros.
La Comunidad de Madrid realizó también diferentes actuaciones entre 1998 y 2007, tanto en la obra arquitectónica como en el patrimonio mueble, por un importe en torno a los 3 millones de euros.
Las 52 grandes obras de esta serie que se conservan en la actualidad (todas excepto dos, desaparecidas en Tortosa durante la Guerra Civil) pertenecen a las colecciones del Museo del Prado. Los lienzos se encontraban depositados en diferentes instituciones y edificios históricos. Desde el año 2002, el Museo los fue restaurando y reuniendo con el fin de devolver la integridad a la serie y al claustro. La restauración tuvo un coste de 770.000 euros.
Entre las 52 obras de la serie destacan San Bruno despide a San Hugo, en la que se aprecia especialmente la maestría de Carducho a la hora de pintar el hábito cartujano; La muerte de San Bruno, donde el artista refleja la considerada forma ideal de fallecimiento para un cartujo, sobre el suelo y no sobre el lecho; o La muerte del venerable Odón de Novara, en la que el pintor se autorretrata en la parte izquierda del lienzo.
Vicente Carducho en El Paular
Vicente Carducho fue el encargado de narrar la historia de los cartujos, una orden monástica de origen medieval, y su fundador, san Bruno. Era el pintor más respetado y prestigioso de la corte madrileña, el más capaz para acometer un trabajo de tal complejidad donde se requería diseñar composiciones de semejante tamaño y dificultad, y demostrar domino del espacio, capacidad narrativa, manejo de numerosas figuras, exposición de sentimientos y gestualidad, así como el empleo de un colorido que diera amenidad a toda la serie. Todos estos aspectos definían lo que en el siglo XVII alcanzaba la máxima consideración: la pintura de historia.
El 29 de agosto de 1626, Carducho firmó el contrato para acometer este magnífico repertorio pictórico: 54 lienzos de grandes dimensiones (3,45 x 3,15 m) pensados para decorar las galerías del claustro mayor de la cartuja levantada bajo el patrocinio de Juan I de Castilla en el siglo XIV. El favor real se mantuvo durante el reinado de Felipe IV, y así quedaba reflejado en el encargo pictórico, que incluía, además de la serie, los escudos de la orden y del propio monarca en forma de tondo para jalonar el acceso al claustro, ambos desaparecidos. La serie se realizó entre 1626 y 1632, tras un laborioso proceso creativo que conllevó la elaboración de numerosos dibujos y bocetos y la participaron de algunos ayudantes del pintor.
Las 52 telas que han llegado hasta nuestros días –tras la desaparición de los escudos y las dos obras depositadas en Tortosa– se dividen en dos grupos: los 27 primeros ilustran la vida del fundador, san Bruno de Colonia (1035-1101), desde el momento mismo en que decide abandonar la vida pública y retirarse a la Grande Chartreuse, hasta su muerte y primer milagro.
El segundo grupo está dedicado a los hechos más notables de los cartujos en diferentes ámbitos geográficos de Europa, un recorrido por los siglos XI al XVI que muestra el impulso fundacional de la orden, y los tópicos sobre la misma: el retiro en paisajes solitarios de gran belleza, la vida de humildad, mortificación y penitencia, dedicada al estudio y la oración. El ciclo se cierra además con escenas ‘heroicas’, la persecución y el martirio padecidos por algunas comunidades cartujanas en los siglos XV y XVI, unas imágenes que pretendían reforzar la fe de los cartujos, al tiempo que proyectaban los conflictos religiosos y territoriales de la Europa del momento. Por lo demás, la serie refleja bien la característica religiosidad del Barroco, marcada por la oración, el martirio, los milagros y las visiones extáticas.