Pintados del natural y en una sola sesión, sus retratos ofrecen una vitalidad esencial e intemporal. En ellos las modelos se muestran enigmáticas y distantes como esculturas antiguas o pinturas renacentistas pero a la vez indiscutiblemente originales y contemporáneas, íntimas e icónicas al mismo tiempo.
La única presencia masculina entre los retratos de la exposición es la del propio pintor, su autorretrato aparece junto a las modelos que le sirven de excusa para desarrollar diferentes tratamientos de la figura humana: rostros de frente y de perfil en primerísimo plano con complementos de moda como sombreros y gafas de sol, de medio torso mirando directamente al espectador o de tres cuartos, retratos dobles, un estudio del desnudo… figuras que se recortan sobre fondos neutros -en este caso blanco o negro- y que constituyen un estilo reconocible al instante por su economía y delicadeza de línea, por el matizado uso del color y la sutil iluminación de las superficies planas.