En el primero, la orilla representa el límite de la existencia, al mismo tiempo que el agua es fuente de vida; mientras que en el segundo, incorpora, una vez más, la idea del cuadro dentro del cuadro. Albacete se posiciona entre la actitud del artista y la del teórico. Sus obras giran en torno al proceso de creación y aportan una reflexión sobre el sentido del acto pictórico.

El malagueño trabaja en sus lienzos con una concepción del espacio propia en la que suprime la perspectiva tradicional, superponiendo distintos planos entre los que intercala imágenes ocultas. En sus obras, que suelen contener trazos abstractos, el espectador ve cómo dialogan ciertos ecos pop con una figuración de vocación expresionista. El artista imprime una pincelada sistemática a través de la que forja luminosas y sensuales composiciones.

Las figuras que traza se pasean, a menudo, desnudas o semidesnudas y esto no se limita al paisaje marítimo, sino que también ocurre en el espacio interior de la sala de exposiciones. La desnudez funciona como único signo de reconocimiento de estos seres que no asumen el papel de personajes. El hecho de desplazarlos en el espacio renueva el sentido de la acción que desarrollan, en parte en eso consiste el joc (juego) que el artista le propone al espectador.