La Colección Cubista de Telefónica surgió con la intención de cubrir un vacío en las colecciones españolas sobre este movimiento detonante de las vanguardias. Formada en torno a la obra de Juan Gris, propone una visión complementaria a la de la historiografía tradicional –con Georges Braque y Picasso como creadores del movimiento– en la que se incluyen diferentes propuestas de artistas europeos y latinoamericanos afines a este lenguaje. El Cubismo no fue una vanguardia más: llegó a consagrarse como el movimiento artístico que inauguró la modernidad y no hubo un solo cubismo sino muchas derivas cubistas con un camino propio.
El núcleo central de la colección es Juan Gris, para quien el cubismo no era un procedimiento pictórico sino una estética, un estado de espíritu que impregnaba su visión de la modernidad. El artista está representado en la Colección en la diversidad y complejidad de su trayectoria. Desde las obras de la primera década del siglo XX, caracterizadas por la fragmentación de la imagen, el cromatismo contenido y la geometrización rigurosa de las formas, hasta sus obras de los años veinte, matizadas de color, más líricas, más naturalistas que incluyen el exterior, la vida orgánica y la curva.
Juan Gris busca siempre el diálogo entre pintura y poesía. Inventor de las rimas plásticas –una suerte de metáforas estéticas–, sus lienzos esconden juegos simbólicos, correlaciones de formas y figuras que otorgan plasticidad y sensualidad a sus obras eternas.
La exposición se articula en tres ámbitos: la obra de Juan Gris –11 piezas excepcionales del artista madrileño–, la visión de los otros cubismos con la obra de artistas contemporáneos que trabajaron en París (Gleizes, Metzinger, Marcoussis, Lhote, Valmier, María Blanchard…) y, cerrando la exposicíón, la expansión internacional del movimiento recogida en la presencia de artistas españoles y latinoamericanos.
La muestra, que ya pasó por los museos de Bellas Artes de Bilbao (2013) y Sevilla (2014), enlaza con la colección de arte contemporáneo del Museo de Bellas Artes de Granada a través de artistas como Manuel Ángeles Ortiz y De la Serna, presentes en los fondos de ambas colecciones. Los dos se instalaron en la capital francesa a comienzos de los años veinte, donde entraron en contacto con españoles residentes allí –como Picasso o Juan Gris–, formando parte de la denominada Escuela de París y participando activamente en el movimiento cubista.
Juan Gris
Juan Gris se suma al movimiento cuando el cubismo de los fundadores Braque y Picasso va dejando paso a otro más racional y ordenado llamado cubismo sintético. Consiste en que, partiendo de aspectos parciales de las formas, el espectador vuelva a integrar el conjunto mediante una síntesis visual e intelectual. Ya desde 1913, con el collage Verres, journal et bouteille de vin o en La guitare sur la table, Gris fragmenta la imagen, sin llegar nunca a la abstracción absoluta, para proponer una reconstrucción. El cromatismo contenido y la geometrización rigurosa de las formas se va acentuando hasta llegar a La guitare o Arlequin, obras de 1918 en la que el fondo y la forma llegan a fundirse.
A partir de la década de los veinte su obra se hace más lírica, más matizada cromáticamente y va perdiendo la excesiva rigidez geométrica. Nature morte devant l’armoire (1920) y sobre todo La fenêtre aux collines (1923) suponen un cambio hacia un nuevo naturalismo en el que incluye el exterior, la vida orgánica y la curva, en consonancia con el “retorno al orden” que experimentó la pintura francesa tras la Primera Guerra Mundial. Con el paso del tiempo su obra se va volviendo más libre, dando cabida a la figura humana como en La chanteuse (1926).
El movimiento en París
A partir de 1910 otros pintores se sumaron al movimiento. Algunos adoptan la estética cubista desde primera hora como Lhote o Gleizes y Metzinger, autores de Du cubisme, un texto con gran repercusión en el que exponían su teoría de la forma plana y las perspectivas pluridimensionales. Otros se incorporan más tarde como María Blanchard, que lo hizo por un breve pero intenso periodo en el que creó una serie de bodegones de gran pureza geométrica.
La Primera Guerra Mundial puso fin a la fase más creadora del cubismo. Podemos decir que durante esos años el color se vuelve más intenso y las formas se adornan, la geometría se suaviza y va aumentando la sensación espacial y la profundidad de las composiciones.
En la posguerra, sólo Juan Gris siguió trabajando el cubismo más o menos ortodoxo. Marcoussis creó una obra más poética con un sentido más libre de la forma y el color y Valmier encaminó su obra hacia una abstracción colorista. El resto se fue acercando de nuevo a la figuración, si bien con cierta influencia constructiva cubista.
La deriva internacional
El cubismo tuvo un papel principal en la modernización del arte latinoamericano, con artistas que lo conocieron de primera mano en París. En el uruguayo Rafael Barradas o el argentino Xul Solar la impronta de este movimiento es evidente. Del brasileño do Rego Monteiro o del uruguayo Torres-García se presenta obra de fecha más avanzada que parte de esta estética, pero apunta a otros influjos como el primitivismo. Novedosos son los caligramas del chileno Vicente Huidobro, unión de pintura y poesía al combinar imagen y texto.
Por último, otros artistas que transformaron y reinterpretaron el lenguaje cubista son los españoles Daniel Vázquez Díaz y Manuel Ángeles Ortiz, cuyo Balcón abierto y plato con pescados enriquece los planteamientos cubistas con la incorporación del paisaje de fondo.
Estas derivas muestran que el cubismo fue más allá del año 1920, fecha en la que tradicionalmente se ha establecido el final de su etapa más canónica, y que su identidad no puede reducirse a una sola fórmula pues su capacidad de transformación lo convirtió en un legado estético que ha perdurado en el tiempo.