«Su manera de mirar, sus gestos y sus posturas me recuerdan mucho a cómo posaban las personas en las fotografías antiguas. He querido destacar lo que ellos tienen de nosotros y lo que nosotros tenemos de ellos, retratándoles de la misma forma en que lo hago con un ser humano», destaca con su entusiasmo habitual, clave para conseguir sacar adelante un proyecto en el que por vez primera vez ha trabajado con animales y al que ha dedicado tres años de trabajo.
En busca del tiempo pasado
Durante más de cuarenta años, Isabel Muñoz ha recorrido el mundo retratando los sentimientos del ser humano en su estado más puro, en su intimidad más recóndita. Desde la dignidad de las tribus primitivas hasta el desconsuelo de las cárceles; desde la sensualidad de la danza hasta la denuncia de la opresión; desde el éxtasis que supera el dolor lacerante hasta el dolor que ya no podrá ser superado, ha fotografiado casi todos los sentimientos y emociones que alberga un ser humano. Pero ahora hace un alto en el camino y, cámara en mano, investiga en los primates el origen de aquellas emociones que a lo largo de tantos años han pasado por su objetivo. En ellos busca la cuna de nuestros sentimientos, de nuestras miradas de afecto, de compasión o acaso de celos. Y entre ellos se ha propuesto descubrir el lugar donde habitó por vez primera lo que hoy es parte de nosotros mismos.