El artista madrileño se inició de forma autodidacta en el informalismo imperante de los años 50. Una breve estancia en Holanda a finales de esa década le permitió entrar en contacto con el grupo CoBrA y empezar a definir un lenguaje pictórico más personal y permeable a una nueva interpretación de la figuración, que caracterizó su obra en las décadas de los 70 y 80 y le convirtió en uno de los principales referentes de la Nueva Figuración madrileña.
«Giralt se sitúa a caballo entre diversas instancias. Es un artista que pertenece a una generación que está, de algún modo, atrapada entre los grandes artistas españoles de los años 50 (los Sauras, los Millares, los Tapies…) que desarrollan su trabajo en un momento en el que el arte español tiene una gran repercusión internacional, y por otro lado, otro momento de gran internacionalización del arte, de la cultura y del país, que sucede a partir de los 80. Por lo que pertenece a un grupo de artistas que se han quedado sin relato, sin un lugar», explica Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía y comisario de la muestra.
La exposición reúne más de 90 obras que reflejan, precisamente estas dos últimas décadas, muy fecundas en su carrera. Además de los años posteriores, hasta su muerte en 2007, donde fue incorporando paulatinamente la abstracción, sin nunca abandonar del todo el elemento figurativo, presente en el constante uso del collage y de la palabra pintada. «La exposición no es como mi padre la hubiera hecho porque él hubiera metido unos cuadros y hubiera sacado otros, pero representa muy bien su trabajo, sus distintos mundos», afirma Marcos Giralt Torrente, hijo del artista.
Collages y pintura
La exposición comienza en un gran espacio diáfano que sirve como distribuidor. Allí se pueden ver los dibujos que Giralt realizó, en tinta china, acuarela o aerosol, sobre papel en el año 1975 prestados por la Colección de Gloria Kirby. Estas están acompañadas de diferentes trabajos de los años 70, como es el caso de El sillón (1972) o La Pinocha (1973). Estas obras reflejan que «fue un artista que viajó mucho y que estaba al tanto de todo. La pobre situación española hace que se enriquezca con estos viajes», afirma Carmen Giménez, comisaria.
La muestra se adentra en las obras de los 90, con ocho cuadros, que presentan al visitante cómo el artista retoma su pintura tras la crisis espiritual y personal sufrida en los años 80. Son trabajos realizados en acrílico sobre lienzo y collage sobre lienzo, técnicas y materiales utilizados hasta el final de su carrera. Finalmente reúne algunos de los últimos trabajos de su última etapa, todos de tamaño más pequeño que lo visto anteriormente.
Giralt extendió la técnica del collage hacia su pintura como una manera de integrar en ella elementos dispares y a menudo opuestos que amplificaran el espacio de la obra: cuadros dentro del cuadro, juegos con palabras inventadas o rotas, cuadernos de caligrafía, mapas, cromos de animales, inserción de fotos, de estampas publicitarias o de retratos rescatados de una almoneda, el juego entre la abstracción y la figuración y, por encima, la expresividad gestual heredada del expresionismo.