Martínez ha elegido músicas y coreografías que ponen al genial compositor en relación con otros grandes músicos a través del lenguaje de la danza. La producción consta de cuatro creaciones.
La primera de ellas, The Vertiginous Thrill of Exactitude, cuenta con coreografía de Forsythe y música de Schubert. Montada sobre el movimiento final de la novena sinfonía de Schubert, la obra utiliza todo el arsenal del repertorio del ballet clásico: tutú, zapatillas de punta, virtuosismo y lirismo y una relación amistosa entre los bailarines del sexo opuesto.
Este paso a cinco es una demostración asombrosa de la técnica clásica en su estado más puro. Homenaje afectuoso a Petipa y Balanchine, también es una clara celebración del bailarín y de su capacidad de transformar la dificultad técnica en dominio y control, la encarnación de una tradición en la danza.
La segunda pieza, Anhelos y tormentos, tiene coreografía de Kirilov y música de Granados. El coreógrafo parte de algunas características o calidades del romanticismo y neorromanticismo enfrentando lo pasional y lo racional, la fantasía y, sobre todo, el drama con la obsesión de la muerte, la noche, las ruinas y la descripción de monstruos y criaturas extrañas.
El solo de piano In The Night es la tercera creación que será estreno absoluto en el Liceu. Explorando a partir de su fascinación por la música de Chopin, Robbins creó tres conjuntos de amantes, de gran contraste, que van desde la inocencia a la violencia, reunidos bajo el cielo de medianoche. Estrenado en 1970, la obra conjuga un escenario en penumbra con cuatro de los nocturnos de Chopin.
Finalmente, el Homenaje a Granados concluye con Raymonda Divertimento, de Glazunov con coreografía de José Carlos Martínez. Esta pieza de tres actos traslada al espectador hasta la Edad Media, con héroes que parten a las cruzadas. En la batalla, el caballero Jean de Brienne deberá salvar a su prometida Raymonda de las garras de los sarracenos.