La situación geográfica de la región del Bósforo, como lugar de paso en las rutas migratorias entre África y Europa, ha propiciado el encuentro entre estos pájaros y los hombres a través del canto. Esa fascinación, transmitida de padres a hijos, así como la estrecha relación entre los criadores y sus aves, ha llevado a las fotógrafas a retratar esta comunidad.
Sturm y Yesil han seguido a estos hombres en las reuniones que mantienen de café en café por todo Estambul cada fin de semana, entre los meses de abril y agosto. Así han captado cómo los criadores transportan a los pájaros en cajas forradas con papeles o telas, desarrollando diferentes estilos para envolver y presentar la jaula, desde telas monocromáticas hasta encajes de ganchillo, de hilos multicolores a cuentas azules que protegen a las aves contra el mal de ojo.
La fuerza de esta tradición se revela en toda su amplitud en los concursos de canto donde, mientras esperan su turno para participar, los criadores llevan a cabo rituales de calentamiento tocando suavemente las jaulas, silbando, susurrando o reproduciendo canciones desde sus teléfonos móviles.
Subyace en toda la serie la pulsión entre feminidad y masculinidad. El papel de las esposas, ajenas a todo el proceso de crianza de los jilgueros, y el de las propias fotógrafas, inmersas en un universo totalmente masculino para dar visibilidad a una costumbre tan común para sus protagonistas.