Villèlia es un escultor con un lenguaje poético reconocible a primera vista. Pronto, allá por 1956, descubrió un material que se convirtió en esencial para su obra: la caña del bambú, que le permitió, en palabras de su hijo, «hallar la fórmula idónea para sintetizar naturaleza y cultura».
El descubrimiento de este nuevo material puso ante él un gran abanico de posibilidades. De entrada, al ser el primero en usar de manera continuada este material, de «inventar» su lenguaje, pudo librarse del peso de la dependencia de la tradición escultórica del hierro o de la piedra. Su ductilidad le permitió jugar con los agujeros que dejaba la materia, a la que también podía someter a grandes tensiones, a la vez que exploraba la posibilidad de conferirle movimiento a las esculturas.
Sólo el bambú le permitió formas sorprendentes como las que muestra la exposición. Es este material peculiar y grácil el que reina en la galería. Las esculturas móviles y estáticas conforman un pequeño jardín fantasioso de los que tanto le gustaban al artista.
Con materiales tan humildes y frágiles como alambres, palillos, cañas de bambú, hilos o botones, Moisès Villèlia supo construir una obra plástica perdurable, inclasificable, apegada a la naturaleza y marcada por una radical libertad creativa.
Sorprendentes piezas concebidas al margen de la tradición y dominadas por el empeño de hacer participar al espectador del sentido lúdico de la obra de arte.
Villèlia y el bambú
En su faceta de poeta, Villèlia dedicó este poema a su material preferido:
Las cañas son cortadas cada año.
Su verdadera vida, es interior.
Desarrollo de su raíz tubérculo.
Yo, en todo esto, no altero nada.
Ni las cañas ni el paisaje.
Soy como un raro aprendiz-barbero
que se interesa por el vacío
de estos PELOS-VERDES.
Lo que queda de mis manipulaciones,
son simples dibujos.
Como lo son todas las ideas.
No tengo que dar explicación de mis actos.
Solamente decir:
Los “escultores” que no se metan conmigo.