La Joven Compañía, que da trabajo a 60 jóvenes de entre 19 y 25 años, pone sobre las tablas del Teatro Conde Duque de Madrid una propuesta concebida en dos espectáculos independientes. «Nos planteamos un gran reto para cerrar la tercera temporada en el Teatro Conde Duque: dos encargos a Guillem Clua y Alberto Conejero para revisar y acercar a nuestra época y al teatro europeo las dos grandes epopeyas griegas de Homero. Los dos poemas épicos recogen los temas que luego han constituido la civilización occidental», afirman desde la compañía.
José Luis Arellano lidera el equipo artístico de esta producción, que contará con un reparto formado por 15 jóvenes actores: Javier Ariano, Cristina Bertol, Katia Borlado, Alejandro Chaparro, Juan Frendsa, Víctor de la Fuente, Cristina Gallego, Jota Haya, Carmen Ibeas, Samy Khalil, Jesús Lavi, Juan Carlos Pertusa, Álvaro Quintana, María Romero y Álex Villazán. Ocho mil escolares de la comunidad de Madrid podrán disfrutar de Proyecto Homero gracias a la labor pedagógica de la compañía, que quiere que los adolescentes se acerquen al teatro.
Ilíada
“’La verdad es la primera víctima de cualquier guerra’. Ésta fue la primera frase que escribí cuando me lancé a versionar la Ilíada. Y ahí se quedó, en boca de un Aquiles ensangrentado que nos interpela desde el escenario tras una orgía de destrucción», explica Guillem Clua autor de la versión de Ilíada. Han pasado nueve desde el rapto de Helena por parte de Paris y el ejército aqueo ha conseguido poner Troya bajo sitio.
La guerra parece llegar a su fin, pero Aquiles se retira de la batalla tras una disputa con el rey Agamenón. Esa decisión cambiará el rumbo de la guerra y hará que la tragedia se desboque en ambos bandos. «El mito homérico se ha convertido en una monumental fachada, hermosa como pocas, que se ha mantenido en pie durante milenios para esconder los horrores de la guerra que, en el fondo, no han cambiado nada en todo este tiempo», asegura Clua.
A la verdad le siguen otras víctimas: el amor, la lealtad, el heroísmo… Y de eso se lamentan Helena de Troya, Patroclo, Casandra o el mismo Agamenón. Pero entre las rendijas de lo heroico, Homero siempre encuentra un lugar para la belleza, para el amor, para la piedad. «En todo este tiempo me he dado cuenta de que escribir sobre la guerra consiste en rellenar los espacios que la destrucción ha dejado tras de sí. Y eso es más verdad que nunca en la Ilíada, una obra sumergida en el dolor y la muerte hasta tal punto que la más ínfima muestra de humanidad brilla más que una galaxia entera», concluye el autor.
Odisea
En palabra de Alberto Conejero, que versiona la obra, «la Odisea es una celebración de la aventura de estar vivo, un canto al fulgor de nuestro camino en la tierra, una invitación a descubrir y a descubrirnos». Han transcurrido 10 años desde que terminó la guerra de Troya y Ulises no ha regresado a Ítaca. Allí aún le esperan su mujer, Penélope, y su hijo, Telémaco. Los pretendientes dilapidan las riquezas del reino y se disputan el trono.
Telémaco decide entonces emprender el viaje y averiguar el destino de su padre. Ulises ha de sortear las sirenas y los fantasmas que le hablan de las gestas de un pasado sangriento. Telémaco ha de emprender el viaje sin temer a un futuro incierto. «Homero parece decirnos que si enfrentamos nuestros fantasmas, los del pasado y los del futuro, viviremos plenos de presente. Y el presente es el único lugar en el que estamos vivos», explica el autor.