Entre 1963 y 1972, Picasso retornó al grabado calcográfico o grabado en metal. En este período trabajó con los hermanos impresores Piero y Aldo Crommelynck. El resultado de dicha colaboración fueron, entre otros, las dos grandes series que particularizan el último Picasso grabador, con más de quinientos veinte grabados: los 347 grabados que llevó a cabo entre el 16 de marzo y el 5 de octubre de 1968, y los 156 grabados, que realizó entre el 24 de octubre de 1968 y el 25 de marzo de 1972.
En la muestra, comisariada Claustre Rafart, se presentan las estampas que configuran la serie de los 156 grabados. Editada por la Galerie Louise Leiris de París, donde se expuso por primera vez en 1973, la serie se realizó en su casa de Notre-Dame-de-Vie, en Mougins (Francia), y representa el último Picasso grabador, que experimenta las técnicas libremente y con una fuerza vital desbordante: consigue tonalidades particulares mediante la aguatinta que después precisa con punta seca, el bruñidor, el aguafuerte o la técnica del mordido, que actúa como elemento unificador del conjunto.
El proceso de ejecución de las planchas es extraordinariamente variado. Las estampas que integran esta serie continúan el espíritu desenfrenado de abordar el erotismo pujante de la serie anterior y están protagonizadas por un gran número de personajes. En las estampas se representa un mundo aparentemente ocioso, divertido y alegre, en el que subyacen la melancolía del deseo frustrado y la virilidad perdida. El deseo incontrolado de la mente que no permite al viejo pintor desarrollar sus fantasías eróticas más allá del acto de crear.
Revisión de la memoria
Picasso recapitula muchos de sus temas de siempre, como el del pintor y la modelo, y el conjunto tiene como gran protagonista el desnudo femenino, que supone una revisión de su propia memoria. Encontramos también referencias artísticas a los maestros del pasado: a Goya, Ingres, Manet, Rafael, Rembrandt, Tiziano, Velázquez… y, sobre todo, a Degas, al que conoce y admira de forma especial, sobre todo sus monotipos con escenas de burdel, hasta el punto de adquirir algunos.
El pintor francés se convierte en voyeur en el interior de La Maison Tellier, en el que Picasso recrea el tema de la novela de Guy de Maupassant, una obra que el propio Degas había ilustrado en 1834. El artista graba las aventuras de un voyeur (Degas), aunque para Picasso el verdadero voyeur es el propio grabador, «cualquiera que haga una plancha de cobre es un voyeur, por eso he grabado tantos abrazos».
Los grabados de la serie 156 se nos presentan como la tragicomedia final, rica y compleja en la que el artista reflexiona sobre el amor, la vida y el arte. Se trata de una versión particular de La comedia humana por la que desfilan un sinfín de personajes imaginarios o de su vida privada, realizada con una curiosidad e inventiva frenética que conservará hasta el final de su vida.