Regalos de Unamuno, pinturas de Alberti o cartas de Pérez de Ayala se mezclan con algunos de sus trabajos más importantes como la serie Mariñeiros, las tomadas durante sus viajes a Japón, las diferentes series realizadas durante su estancia en América del Sur o uno de sus últimos trabajos: La Mancha. Con ellas se demuestra que «José Suárez no era un fotógrafo dedicado a cumplir encargos, pero tampoco era un aficionado. Se dedicó a hacer series», explica Manuel Sendón, que comisaría la muestra junto a Xosé Luis Suárez Canal.
José Suárez. Unos ojos vivos que piensan se presenta como la mayor exposición realizada hasta el momento sobre uno de los grandes nombres de la fotografía española del siglo XX. La muestra, que por primera vez exhibe todas sus series fotográficas, descubre al fotógrafo artista, al profesional dotado de una fuerte visión humanista, al innovador que decidió incorporar a la fotografía los movimientos de vanguardia europeos. Pero también al intelectual admirado por sus coetáneos, al enamorado de Japón, al hombre que cambió el éxito en el exilio por el olvido en su tierra.
La exposición cuenta con un catálogo en edición trilingüe (gallego, español e inglés). A través de 383 páginas, el lector puede admirar la belleza y la técnica que aúnan las imágenes tomadas por Suárez a lo largo de su vida, además de conocer más su figura y su obra a través de los ensayos realizados por los comisarios de la muestra, además de por Juan Manuel Bonet, director del Instituto Cervantes de París; y Alberto Martín, profesor de la Universidad Complutense de Madrid.
En la vanguardia
José Suárez es una de las figuras más interesantes y destacadas de la fotografía gallega del siglo XX. En una época en la que predominaban los fotógrafos por encargo y una visión costumbrista de la sociedad, Suárez se revela como un artista consciente de su autoría. Su obra refleja una gran preocupación humanista, incorporando novedades formales propias de los movimientos de vanguardia europeos como la Nueva Visión o la Nueva Objetividad.
Gozó de una sólida formación intelectual, que además de reflejarse en su fotografía, propició su presencia en círculos culturalmente muy ricos. Primero en Salamanca (con Miguel de Unamuno, José Bergamín o el mundo de la Revista de Occidente) y posteriormente en el exilio, donde mantuvo contacto con los intelectuales de la emigración: desde Rafael Alberti y Ramón Pérez de Ayala a Rafael Dieste, Alejandro Casona, Luis Seoane o Eduardo Blanco Amor.
En la década de los 30 sus series etnográficas y la de Mariñeiros, junto con las hechas en Castilla, se exponen en Madrid o París. Y después, ya en el exilio, con trabajos tan destacados como el realizado durante su primer viaje a Japón (1953/54). Pero su regreso a España en 1959 truncaría ese reconocimiento, llevándolo prácticamente al olvido. A pesar de series como La Mancha (1965) o de colaborar con editoriales internacionales, como en el libro sobre el mundo de los toros The Life and Death of the Fighting Bull (1966), la mirada de Suárez iría apagándose hasta su muerte en 1974.
Vida y azares
La cámara fotográfica fue para José Suárez una pieza más de su anatomía. Nacido en Allariz en 1902 en el seno de una familia liberal, su destino no era otro que el de seguir con el despacho de abogados familiar. Sin embargo, una cámara, regalo de su padre tras completar el bachillerato, se cruzó en su camino.
Su actividad fotográfica propiamente dicha comienza en la década de los 30. Será en Salamanca, ciudad a la que marcha en 1919 para estudiar Derecho y que será determinante en su formación, al entrar en contacto con las vanguardias europeas y figuras de referencia como Unamuno y Ortega y Gasset.
Suárez comienza a realizar algunas naturalezas muertas, en las que estudia cuidadosamente la composición y la luz. De esta época son también los conocidos retratos de Unamuno, así como fotografías de paisajes realizadas durante los trayectos a pie entre Salamanca y Allariz, en las que ya aparece un elemento que será fundamental en su obra: el hombre.
El interés por la cámara comienza a desplazar al Derecho y en la primera mitad de los 30 Suárez realiza en Galicia las que con el tiempo serían algunas de sus series más conocidas: A Malla, Oleiros, Beiramar… Un conjunto de imágenes de gran interés etnográfico caracterizadas por una cuidada realización que lo llevarían a exponer en 1935 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y en el Salon de l’Office National Espagnol de Tourisme de París.
De entre ellas destaca Mariñeiros, el trabajo más relevante de su larga carrera. Todas las imágenes son producto de una forma de trabajar muy cuidadosa donde no queda nada al azar. Los picados, contrapicados, fragmentaciones y composiciones en diagonal que emplea son propias de la experimentación formal que caracterizó a la Nueva Visión y que aparecen con frecuencia en las imágenes de los fotógrafos europeos vanguardistas de entreguerras.
Este trabajo le valdría un encargo de la productora CIFESA de cuatro películas documentales sobre oficios –Mariñeiros, Canteiros, Oleiros y Feirantes–, que el estallido de la Guerra Civil y su exilio dejó inconcluso.
Exilio forzoso
El espíritu liberal de José Suárez y su compromiso político e intelectual provocan su exilio forzoso tras la rebelión franquista, emprendiendo una travesía marítima desde Lisboa a Argentina en la que coincidió con el pintor Manuel Colmeiro.
La marcha sería para Suárez especialmente dolorosa. En lo personal, además de la separación de la familia, de los amigos y de la tierra que implica todo exilio, supuso la ruptura de su matrimonio con Mary Santiago Mirat, que no quiso acompañarlo en el exilio. En lo profesional, la imposibilidad de seguir con el trabajo fotográfico que había iniciado y de terminar en Galicia la película Mariñeiros. Será en Argentina, con escenas grabadas en las playas de Mar del Plata, donde la concluya, estrenándose en 1938 en el Teatro Avenida de Buenos Aires. Desgraciadamente ninguna copia ha llegado a nuestros días.
Suárez volverá a rodearse de la intelectualidad en el exilio: desde Rafael Alberti o Ayala a las principales figuras del galleguismo. Junto a ellos colabora en diferentes revistas y da a conocer su obra hecha en Galicia.
Cine y viajes
Durante sus primeros años en Argentina, la actividad más importante será el cine, donde participará en un número importante de películas como director, director de fotografía de exteriores, iluminador, ayudante de dirección o asesor técnico. Pero su actividad cinematográfica no le impide seguir con su interesante actividad fotográfica, que desarrollará como corresponsal de diferentes periódicos y publicaciones.
Su mirada personal volverá a predominar en series como La Pampa, los ovejeros de Tierra del Fuego, Santiago del Estero o los paisajes de la Patagonia. Imágenes cuidadosamente escenificadas que nos hacen recordar la forma de trabajar en el cine. De su época en el exilio destaca también la serie Nieve en la cordillera (1942), con fotografías de cuidada realización formal tomadas en la cordillera de los Andes en las que aborda una de sus grandes pasiones: la nieve.
Los viajes serán una constante en la vida de Suárez: Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Sudáfrica, Filipinas… aparecerán retratadas a través del objetivo de su cámara. Pero el viaje más importante de su vida será, sin duda, el realizado a Japón en 1953. Durante dos años se aproximará a su cultura, a su filosofía de vida y, sobre todo, a su tradición. Esta experiencia le marcará de por vida y avivará su deseo de volver a Galicia.
Retorno y final
Una fuerte nostalgia por la tierra, la separación de su familia y su carácter melancólico propiciaron su regreso a Galicia. A pesar de que el régimen había suavizado la represión, en 1959 la dictadura seguía negando todo tipo de libertades y el ambiente cultural distaba de lo que se vivía en el exilio, lo que precipitaría el final de su carrera.
A su regreso tuvo un breve encuentro con su mujer Mary –de la que seguía enamorado–, pero de inmediato el desencuentro fue definitivo. Este rechazo lo lleva primero a Allariz pero pronto marcha hacia el sur para buscar el calor que necesitaba para la enfermedad lumbar que padecía.
El desaliento lo lleva nuevamente a Japón, donde entrevista a Kurosawa, aunque el trabajo conseguido en este viaje no suscita el interés del realizado en la década anterior. A mediados de los 60, José Suárez realiza la serie sobre La Mancha, que se caracteriza por su destreza técnica, extensión y profundidad y que, conjuntamente con la serie Mariñeiros, es uno de sus trabajos más relevantes. Este trabajo le sirvió para ponerse en contacto con la editorial Cassell & Company de Londres, que le encarga en 1966 un libro sobre el mundo de los toros –The Life & Death of the Fighting Bull– que se publicará al año siguiente.
Durante esta década, Suárez mantendrá otra de las constantes de su vida: viajar. Gracias a su trabajo como corresponsal del periódico argentino La Prensa realizará más de medio centenar de reportajes sobre ciudades españolas y europeas. De vuelta a Galicia volverá a realizar reportajes sobre las ferias y el mundo del mar, exponiendo por primera vez Mariñeiros en su tierra: primero en Vigo y después en Ourense.
A partir de 1967 se instala en el Hotel Miño en Ourense, donde realiza tertulias rodeado de sus amigos, y deja la fotografía. La sofocante situación cultural que lo rodea, la falta de reconocimiento y las dificultades económicas le llevarán a una fuerte depresión que desembocaría en su muerte en 1974 en A Guarda. El último proyecto al que se dedicaría con entusiasmo fue el asesoramiento para la construcción de la estación de esquí de Cabeza de Manzaneda.