Por lo general, esos ritos ancestrales intentan vincular a las comunidades humanas con sus entornos naturales, con los cambios estacionales: con el trabajo de arar, de sembrar, con las oraciones en petición de una buena cosecha o en agradecimiento porque lo haya sido… En otras palabras, con el círculo completo de la vida y la muerte.
En enero el artista acudió al festival de invierno de Silvesterchlausen, en Suiza. Al amanecer, pequeños grupos de enmascarados recorren las granjas. Tras hacer sonar unos enormes cencerros, empiezan a entonar un canto tirolés que los granjeros agradecen invitándoles a un trago. Los grupos tratan de despertar a los espíritus de la fertilidad en el Año Nuevo. Al regresar de aquel viaje a Suiza, Gerhard averiguó que el hotel donde se había alojado estaba casi puerta con puerta con la casa del pintor alemán Albert Oehlen: «Aquella casualidad era para mí una señal: había que reconectar el mundo del arte contemporáneo con los antiguos rituales».
En el verano de 2015 comenzó a crear máscaras y disfraces de figuras arquetípicas. Inventó pequeños ritos simbólicos con los que recuperar ciertos aspectos de la naturaleza y retomar un diálogo con su entorno. El Bienengott (Dios Abeja) vertía un tarro de miel en un río en agradecimiento por el trabajo de las abejas. Father Ergot horneó un pan y lo enterró en un campo en acción de gracias por las cosechas. Descubrió que las ropas y las máscaras ayudaban a alejarse un paso de la cotidianidad y a «convertirse» en el paradigma. Intervino las fotos con una fina película de pintura acrílica para entrelazar las imágenes con una capa de color interno. El resultado de todo ello se puede ver en The Goma hasta el 15 de julio.
Más sobre Till Gerhard
Till Gerhard nació en Hamburgo en 1971. En 1993 completó su formación en la Escuela Superior de Arte y Diseño de Kiel, y entre 1993 y 1998 cursó estudios en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Hamburgo.
Sus pinturas exploran el conflicto entre el hombre y la naturaleza. Las referencias culturales al cine, la música o la literatura ocupan la mayor parte de su obra, en la que cierta presencia siniestra subyace dentro de la cultura alternativa. Las imágenes icónicas, extraídas de la memoria colectiva de la cultura popular, provocan una extraña sensación de familiaridad.