Paisaje es aquella «pintura, fotografía, etc., que representa una porción de campo, bosque o ciudad en la que las figuras humanas no aparecen o bien ocupan un papel secundario». Lo que se desprende de la obra de Voigt es eso y mucho más. Su trabajo refleja el paisaje como una porción de campo, bosque o ciudad en la que las figuras humanas no aparecen o bien ocupan un papel secundario provocando una imagen objetiva, realista, bajo la que asoma una historia, sin duda, personal.

Lo que queda retratado en la fotografía es la historia que Voigt vive y siente, mientras él mismo desempeña el papel de espectador. Lo que se percibe es una sugerencia, una puerta abierta a la creatividad dirigida por su subliminal intervención. Las fotografías monumentales del alemán hacen viajar a través de los sentidos de quien las observa. En estas imágenes, los pensamientos cruzan continentes y culturas. Caos y orden, opulencia y simplicidad, todo visto por igual en un cosmos pictórico que muestra la polifacética naturaleza del mundo.

Como afirma Lucía Mendoza en el catálogo de la muestra, «el entusiasmo que Voigt dedica a su trabajo impregna de una energía tremendamente vitalista sus fotografías y, casi sin darnos cuenta, comenzamos un camino de meditación sobre la vida –el mundo y el ser humano– en su más amplio sentido, convirtiéndonos en cómplices de una historia tan privada como notoria… elevando el paisaje hacia una íntima profundidad».

Carácter resuelto y envolvente

La personalidad de Voigt queda reflejada fielmente en su obra. Su carácter resuelto y envolvente recuerda a aquellos trabajos donde la atmósfera creada te traslada a lugares remotos. Su amplia sonrisa te incita a la curiosidad, su franqueza logra rápidamente atraer tu atención. Su mirada clara, siempre curiosa y amable, parece sonreir a la vida. Los gestos apasionados de sus manos abarcan todos esos sentimientos realzando la energía y la audacia con la que se dedica a su obra.

En lo que respecta a su técnica, su extremada meticulosidad en el desarrollo de su trabajo le ha llevado a diseñar una cámara que se ajusta puntualmente a cada una de sus necesidades. De forma manual, cada pieza es ensamblada para cumplir con precisión su labor. Voigt emplea una técnica muy popular a principios del siglo XX, consistente en tomar la misma imagen una y otra vez, acumulándose una sobre otra. Estas exposiciones múltiples permiten al autor convertir cada fotografía en una superposición de hasta 30 iguales obteniendo durante la edición la posibilidad de jugar libremente con el color, la luz, el contraste, la profundidad, e incluso la dimensión.

(Lucía Mendoza. Prólogo del catálogo de la exposición)