La exposición, comisariada por Blanca Pons-Sorolla y María López Fernández, cuenta la historia del reconocimiento internacional de Sorolla, desde el primer viaje del artista a París, con tan solo 23 años, hasta su consagración definitiva como gran pintor de las élites de su tiempo. A través de estas pinturas, que en su mayoría constituyen las obras maestras de su producción, el artista buscaba labrarse un sólido prestigio internacional demostrando la calidad de su técnica, la originalidad de su estilo y la modernidad de sus propuestas.
Las obras ponen de manifiesto cómo se forja el personal estilo de Sorolla y cómo se modela principalmente en el París de fin de siglo, que fue crisol de todas las tendencias artísticas modernas. Allí, el artista establece una sólida red de relaciones artísticas con grandes pintores, mecenas y marchantes.
Novedades estilísticas
Las obras que Sorolla presenta en París se adaptan a los grandes formatos de estilo académico pero con novedades estilísticas. El pintor experimenta la intensidad y luminosidad propia del impresionismo al que suma el prestigio de los viejos maestros.
Desde los inicios de su carrera, Joaquín Sorolla tuvo la vocación de convertirse en un pintor internacional, participando en todos los grandes certámenes internacionales y cosechando importantes reconocimientos, entre otros, el Grand Prix de la Exposition Universelle de París de 1900.
Como colofón a los grandes éxitos obtenidos, Sorolla realiza, entre 1906 y 1908, exposiciones monográficas en París, Berlín y Düsseldorf, Colonia y Londres, consolidándose como el artista español más apreciado gracias a la extraordinaria luz de su pintura, a su pincelada suelta y radiante y a su colorido excepcional.
La exposición, una vez clausurada en el Museé des Impressionismes de Giverny, llegará al Museo Sorolla para ser expuesta del 16 de noviembre de 2016 al 15 de marzo de 2017. Será la primera gran exposición internacional que acogerá su Casa Museo.
Cinco secciones y un epílogo
Sorolla en el salón. A partir de 1890, Sorolla comienza a presentar sus obras en los grandes certámenes internacionales, especialmente en las exposiciones de Berlín, Múnich y Viena, en la Bienal de Venecia y, por supuesto, en el Salón de París, el lugar al que todos los artistas acudían en busca de fama y prestigio.
El mar. El triunfo de la luz y el color. Los triunfos alcanzados por Sorolla en sus grandes exposiciones internacionales tienen como principal protagonista el Mediterráneo. Sus obras relacionadas con el mundo del trabajo muestran una clara preferencia por las actividades de los marineros en las playas de Valencia. En estas obras, Sorolla resulta cada vez más osado en su experimentación a través de la luz y el color, verdaderos protagonistas de sus cuadros.
Intimidad. La nueva valoración que adquiere la familia y el reconocimiento de los sentimientos experimentados dentro del hogar ocupan un lugar cada vez más importante en la obra de los artistas de fin de siglo. De forma paralela, el retrato infantil comenzaba a ser un subgénero cada vez más valorado.
Hijo de Velázquez. Sorolla había heredado, como artista español, un fervor reverencial por Velázquez, al que había empezado a copiar y a estudiar desde su primer viaje a Madrid en 1881. En esos años, Velázquez había sido catapultado por los seguidores de Manet como el gran antecedente del arte moderno, y Sorolla, a través de su amistad con Beruete y Bonnat, y de sus contactos con artistas como Carolus-Duran, Sargent o Zorn, aprendió a mirar al maestro bajo un nuevo prisma: el renovador espíritu velazqueño permitía mantener viva la gran pintura, fundamental para el estatus de su clientela, con modos y maneras que renovaban el género del retrato.
Sorolla cosmopolita. Elegantes, jardines y paisajes. Sorolla fue un hombre muy familiar y, desde los inicios de su carrera y de forma paralela a sus grandes pinturas, disfrutó retratando a su mujer y a sus hijos en obras de exquisita intimidad, que mostró fundamentalmente en sus exposiciones individuales de París, Alemania y Londres. Tras sus triunfos en París, Sorolla pasará el verano en la glamurosa localidad de Biarritz. Allí realizará elegantes retratos de su mujer y sus hijas en la playa, en los que muestra su dominio de la luz y el color. Estas obras derrochan la distinción cosmopolita que Sorolla había alcanzado en su arte y en su vida. Son composiciones de tamaño mediano, en un momento en el que ha consolidado su triunfo y abandona ya los grandes formatos y su presentación en certámenes abiertos en favor de las espléndidas exposiciones individuales que recorrerán los principales escenarios artísticos europeos y americanos.
Estudios, apuntes y notas de color. De forma paralela a la elaboración de sus grandes lienzos, Sorolla trabajó de forma continua en obras de pequeño formato, realizadas bien como esbozo de cuadros de mayor envergadura, bien por el mero placer de pintar. A través de estas pequeñas “notas de color”, como él mismo las llamaba, el pintor “soltaba” la mano y disfrutaba ensayando arriesgadas composiciones y efectos que observaba a su alrededor.