A través de una selección de óleos, dibujos, grabados y fotografías que abarcan cinco décadas se advierte un recorrido que se inicia con los paisajes y bodegones constructivos de su primera época, para, tras los experimentos abstractos de los cincuenta y sesenta, desembocar en los temas esenciales de su pintura: arenas, marinas, cielos y bosques.
Chillida es un pintor de frontera, que en lo plástico transita entre abstracción y figuración, y en lo referencial en los límites entre tierra y mar, entre mar y cielo, entre noche y día, entre imagen y vacío. Autor, en definitiva, de una obra llena de matices, que pone al servicio de una idea trascendente dominada por la poética del silencio.
La exposición reúne cerca de 130 piezas del autor que abarcan cinco décadas de la producción de este artista. Además de su pintura y su amplio trabajo sobre papel (dibujo, grabado, etc.) también se muestra parte de su trabajo fotográfico, poco conocido pero que proporciona claves importantes para comprender su trabajo.
Obra en papel
La primera parte de la muestra está dedicada a la obra en papel. En esta sala se encuentran todos los temas que fueron vitales en la obra de Chillida: los primeros estudios de abstracción, el mar, las arenas, etc. en diversas técnicas.
Aunque en su obra hay poca presencia humana, ya que deliberadamente la excluyó de sus lienzos, aquí se muestran estudios de la figura y algunos retratos de su entorno más íntimo. Otra faceta mostrada en esta sala es la de grabador; dos series serán importantes en su carrera: El Nuevo Mar –grabados que ilustran el libro de poemas de Juan Ramón Jimenez editado en 1965– y Malloak, un conjunto de peñas de la sierra de Aralar que fue un motivo recurrente a lo largo de su carrera.
El espacio central de la sala está centrado en su trabajo pictórico, comenzando por sus primeros bodegones, que nos recuerdan a los clásicos españoles como Zurbarán y Sanchez Cotán, y paisajes de Castilla, en los que la geometría es protagonista, cercanos a la estética de la escuela de Madrid. Pero no solo parajes de Castilla en esta época; también paisajes de su entorno más próximo, como San Sebastián, Getaria, Pasajes y Hondarribia. La producción de este periodo es fácilmente reconocible por estar principalmente centrada en la creación de un paisaje reflexivo, construido desde la geometría, siendo casi monocromos y de perfiles marcados.
La experimentación realizada en sus paisajes le irá acercando a la abstracción, o a un juego entre figuración y abstracción al que llegará centrándose en los detalles del paisaje y descontextualizándolos.
Infinitas combinaciones
Hacia 1960 Gonzalo Chillida encontrará el emblema de su obra, el límite entre el mar y la arena, el reflejo de la luz del cielo sobre el rastro del agua: sus arenas. Desde entonces realizó un acercamiento sistemático a este tema borrando casi la secuencia cronológica de su trabajo. El comienzo de las arenas se puede hallar en las visiones sintéticas de la playa de la Concha que pintará a finales de los años 50, aquí es donde empiezan a aparecer, pozas, regueros de agua en la arena de la playa.
Este motivo se irá descontextualizando, libre de referencias espaciales, en infinidad de combinaciones plagados de sutiles matices cromáticos. Calvo Serraller reflexionará sobre el carácter metafísico de las arenas de Gonzalo Chillida en los siguientes términos: «Estos resplandores a ras de tierra y agua producen el efecto de una intimidad desolada, una atmósfera de quietud virgen, un silencio prehistórico».
En la sala central se encuentran, además de las arenas, los bosques brumosos y las marinas reflexivas a las que prestó considerable atención.
Sus arenas más tardías son prácticamente reflejos del cielo en la película de agua que permanece en la playa tras la bajamar. Son obras de transición, en las que empieza ya a capturar de forma indirecta un nuevo motivo que le fascinará en sus últimos años: los cielos. Estas últimas obras se muestran en la sala superior, en la que también se presenta una instalación realizada con sus panoramas fotográficos, claves para entender el proceso creativo del artista.
Sus fotografías muestran su investigación recurrente sobre los motivos que le interesaron a lo largo de toda su trayectoria creativa con la que persigue un instante, una cualidad atmosférica o un encuadre óptimo.
Más sobre Gonzalo Chillida
Gonzalo Chillida nace en San Sebastián el 12 de enero de 1926. Interesado desde muy joven por la pintura, ingresa en 1947 en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y frecuenta las clases de dibujo del Círculo de Bellas Artes. En 1951 viaja a París para ampliar sus estudios y permanece en la capital francesa hasta 1953. Durante estos primeros años realiza una pintura realista, influida por las formas geométricas y definidas del cubismo y de la pintura metafísica.
Es a finales de los años 50 y principio de los 60 cuando comienza a definirse su personal estilo pictórico que va evolucionando hacia la abstracción, siempre partiendo de un motivo real como son el mar y las playas frente a los que vive en San Sebastián, los paisajes de la montaña vasca o las vistas de la meseta castellana. Desde estos años hasta su fallecimiento en 2008, su pintura irá progresando hacia formas más desdibujadas, hacia composiciones cada vez más esenciales y libres, logradas mediante sutiles pinceladas de color al óleo.
Su obra, mostrada a lo largo de los años en exposiciones individuales y colectivas nacionales y extranjeras y representada en museos y colecciones públicas y privadas, fue reconocida en el año 2001 con la concesión de la Medalla de Oro de las Bellas Artes.