En la exposición se traza una línea invisible entre una multitud de ruinas contemporáneas que ensalzan una modernidad caduca. Un hilo más que va tejiendo esta cartografía del olvido.
Son varios los ejes comunes a todas las imágenes que genera. La luz, que roza lo místico, se convierte en el alma de estos gigantes urbanos abandonados, atravesados por el silencio. La ausencia es otro de los conceptos íntimamente ligados al propio olvido. La falta de presencia humana dirige nuestra mirada hacia estos lugares, convirtiéndolos en antitéticos a esos no-lugares (a los que se refería el antropólogo francés Marc Augé) en una reflexión propia de la posmodernidad. A Carrasco le interesa «la ruina como crítica a la civilización y al poder devastador del ser humano, como recordatorio de su vanidad y fracaso ante el tiempo y el entorno».
La obra de Carrasco evoluciona buscando nuevas vías para evidenciar la mortalidad, el poder devastador de las masas urbanas, el regreso irrevocable de lo orgánico contra al mundo construido.