Formada por las grandes obras maestras de Joaquín Sorolla, la exposición reúne 66 pinturas, de las cuales 35 pertenecen al museo, y las demás a colecciones particulares e instituciones culturales de seis países: Museo Ca’Pesaro, Venecia (Italia); Bellas Artes de Bilbao; Colección Bancaja y Diputación de Valencia (Valencia); Museo Carmen Thyssen (Málaga); Museo de Pau (Francia); Hispanic Society de Nueva York (EE.UU.); Museo de Filadelfia (EE.UU.), y Museo de Bellas Artes de Cuba. Un mosaico que ofrece al visitante la oportunidad de ver, por primera vez, algunas obras nunca antes expuestas.
Desde los inicios de su carrera, Sorolla tuvo la vocación de convertirse en un pintor internacional, participando en todos los grandes certámenes y cosechando importantes reconocimientos, entre otros, el Grand Prix de la Exposition Universelle de París de 1900. Como colofón a los grandes éxitos obtenidos realiza, entre 1906 y 1908, exposiciones monográficas en París, Berlín y Düsseldorf, Colonia y Londres, consolidándose como el artista español más apreciado.
«Todas las obras elegidas para la exposición fueron piezas seleccionadas previamente por Sorolla para presentarse en el Salón de París y en los grandes certámenes internacionales, con lo cual podemos decir que la preselección está hecha por el propio artista», asegura María López Fernández, comisaria de la muestra junto con Blanca Pons-Sorolla. A través de estas obras el artista buscaba labrarse un sólido prestigio internacional demostrando la calidad de su técnica, la originalidad de su estilo y la modernidad de sus propuestas.
Pons-Sorolla, bisnieta del artista, explica que la exposición abarca casi toda la trayectoria del artista, porque la primera vez que acudió a París «Sorolla tenía 22 años y estaba todavía en proceso de formación». La muestra, por tanto, ofrece un recorrido por obras de sus inicios, «en las que tiene todavía una pincelada muy contenida, con una paleta aún poco impresionista, en la que todavía no está utilizando los violetas para las sombras. Pero también hay piezas realmente atrevidas, con una gama cromática de contrastes en las que utiliza colores complementarios en los que consigue tener una tonalidad y una luz realmente espectaculares sin acudir a los grises o a los pardos que abundaban en sus primeras obras».
Estas pinturas ponen de manifiesto cómo se forja su estilo personal y cómo se modela principalmente en el París de fin de siglo. Una ciudad que fue crisol de todas las tendencias artísticas modernas y donde el artista estableció una sólida red de relaciones artísticas con grandes pintores, mecenas y marchantes. «París fue fundamental para Sorolla y el artista también aportó mucho a París. Iba todos los años para presentar sus obras pero también visitaba todos los museos, el salón y las galerías. Absorbió todo lo bueno que se estaba haciendo en esos momentos», afirma López Fernández.
En palabras de la historiadora y comisaria, la exposición pone de manifiesto también la humildad del artista, ya que después de conseguir el éxito internacional «continuó acudiendo a la ciudad parisina para seguir absorbiendo enseñanzas de los grandes artistas. Se fija en todas las novedades estilísticas que se están realizando: la pincelada brillante y el color directo del impresionismo, los colores complementarios, las perspectivas degasianas, la influencia de los nuevos enfoques…». En resumen «podemos decir que el estilo personal de Sorolla se forja en París, siendo muy fiel a sí mismo pero sabiendo mirar y aprender humildemente de todos los artista que tenía a su alrededor».
Esta obras se adaptan a los grandes formatos de estilo académico pero con novedades estilísticas. El pintor experimenta la intensidad y luminosidad a lo que suma el prestigio de los viejos maestros, como por ejemplo Velázquez. Según Blanca Pons-Sorolla, «Velázquez siempre está presente en su obra. Sorolla se modera y en momentos de éxito siempre vuelve a hacer obras que tienen relación con el pintor. Por ejemplo, en 1903 hace un desnudo de mujer que está relacionado con la Venus del espejo del sevillano».