En agosto de 2015, Fernando Llanos visitó Calanda, un municipio de la comarca del bajo Aragón, en Teruel, para presentar su ya mítica película Matria, charros contra nazis. Teniendo a la tierra de Luis Buñuel como escenario y al prestigioso festival de cine como espacio para el arte, Llanos se encontró con Dick Verdult, el artista holandés, que lleva algunos años viviendo en aquella tierra donde la aridez es capaz de producir melocotones, venía de presentar una retrospectiva en el Museo del Chopo en la Ciudad de México.
El encuentro fue explosivo. Realizaron un taller de cine y desde entonces los artistas iniciaron un camino de colaboración que se ha traducido en Contra versus anti. Este proyecto, hecho al mismo tiempo mediante la improvisación y la organización, ha salido del diálogo y de la soledad del artista, de las conversaciones que en el camino se produjeron con Felipe Erehnberg y la correspondencia que desde el Instituto de México en España, el municipio de Calanda y la oficina de cultura del Gobierno de Aragón, sostuvieron con los propios artistas para llevar a cabo la muestra.
Diálogo y sentido del humor
«En tiempos donde la intransigencia inunda el ánimo y la construcción de muros aparece frente al proyecto de sociedades integradas, estos dos artistas presentan dos armas irremplazables: el diálogo y el sentido del humor. El primero puede ser contagioso, mientras que el segundo es capaz de romper el principal instrumento utilizado por aquellos que niegan el derecho a la diferencia: el miedo», explica Pablo Raphael, director del Instituto de México en España.
Este proyecto no se trata de una negación, sino de un modo de enunciar los principios que se defienden: el derecho a disentir, el arte como antídoto y la creación como forma de imaginar el futuro. Las piezas que se presentan utilizan todos los lenguajes del arte contemporáneo. No se distingue entre lo digital y lo manual, ni se desdeña al texto, el dibujo, la música, la escultura, la fotografía o los materiales pictóricos.
Como explican sus autores, «se trata de someter la técnica al espíritu para plantear una serie de posiciones éticas y estéticas capaces de despertar la reflexión. Quizá sólo sean el pensamiento lento de la reflexión y nuestra capacidad de reír lo que salven mundo. También el amor. Con ustedes este diálogo entre un mexicano y un holandés, que sucede en el suelo mexicano de la embajada en Madrid y que nació en Aragón para hablar de la idea del nosotros. Precisamente de eso, tan humano y simple, se tratan los verdaderos diálogos de la globalización».