Aboudia recuerda los dibujos a carboncillo sobre la pared de una casa de su pueblo que tanto le impresionaron de niño, pero también con el recuerdo de los muñecos esbozados de los letreros de las peluquerías, de los grafitis, de los «tags» y, por supuesto, de las palabras melodiosas y llenas de imágenes del nouchi, este argot de los jóvenes de la calle.
El artista se caracteriza por pintar telas de gran tamaño donde combina la inocencia y la espontaneidad. Sus obras recuerdan la vitalidad del estilo Basquiat, con un mundo interior donde lucha para conseguir sus sueños. Con mucha energía mezcla elementos de su barrio con fragmentos de cómics y de publicidad encontrados en revistas.
Se hizo conocido por los críticos de arte internacionales y periodistas por sus obras que narran los enfrentamientos durante la guerra civil en Abiyán. Sin embargo, Aboudia no se considera un ‘pintor de guerra’. Su tema preferido son los niños de la calle. «Me siento cerca de ellos, ya que cuando decidí dedicarme a la pintura, mi familia no estaba de acuerdo y tuve que dejar la casa y vivir solo. La estación de trenes de Abobo me inspiró mucho, pues es un lugar vivo y popular. Había muchos niños marginados y como observé que hacían dibujos sobre las paredes del barrio para expresar lo que tenían dentro de ellos, tuve la idea de intentar transmitir en mis telas el mensaje de sus dibujos».