El trabajo de Jaulerry tiene una doble dimensión, tanto en su percepción por parte del espectador como en su proceso creativo. En la distancia, sus cuadros parecen mosaicos bidimensionales vibrantes de color, pero en la cercanía se aprecia que sus girasoles y pájaros están construidos superponiendo fragmentos recortados de lienzos pintados. Esto les da un carácter matérico, casi de bajorrelieve.
En palabras del artista, “utilizo el material acumulado en mi taller durante años. Es un proceso de descanso del material y las ideas hasta encontrar la buena alquimia”. Este proceso va de la abstracción a la figuración. Primero pinta telas a brochazos, de manera expresionista, y después recorta esas obras para construir sus collages como si estuviera componiendo un puzle de color en el que no hay guías. Un rompecabezas que va evolucionando en la mente del artista.
“El proceso que sigo es el de componer motivos figurativos con elementos abstractos. La composición es algo fundamental en mi obra, creo que esta fijación viene de mi bagaje en la ilustración y el diseño gráfico”. Comenzó a pintar durante una estancia en Estados Unidos, pero regresó a Europa para instalarse en el suroeste de Francia, en Arcangues, donde sigue residiendo. Sus influencias van desde los impresionistas hasta el pop art. Trabaja en serie, repitiendo motivos como con los girasoles o los pájaros pero variando composiciones, colores y tamaños. Una gama de colores vibrantes, el uso del esmalte y el goteo de color son sus señas de identidad. Cada elemento se construye independientemente del lienzo antes de ser incorporado a la composición.