Con apenas 16 años y tras ver el trabajo de Irving Penn, Sandro Miller supo que quería ser fotógrafo. Autodidacta, se basó en los libros de grandes autores de la historia de la fotografía. A través de sus imágenes aprendió el arte de la composición, la iluminación o el retrato. Treinta años más tarde, con clientes como Forbes, GQ, Esquire, American Express, Coca-Cola o BMW, entre otros, Miller se ha consolidado como uno de los grandes fotógrafos publicitarios.
Su éxito comercial le ha permitido abordar proyectos más personales, como sus trabajos en Cuba, las fotografías de músicos de blues o de diversas compañías de danza, así como diversos proyectos con su amigo y colaborador John Malkovich. Sandro Miller conoció a Malkovich en la década de 1990, mientras ambos colaboraban con la compañía de teatro Steppenwolf, en Chicago. 16 años después, ambos siguen trabajando juntos.
En 2013, Miller decidió homenajear a los hombres y mujeres cuyas fotografías contribuyeron a moldear su propia carrera. Tras seleccionar las imágenes sobre las que iba a trabajar, contactó con Malkovich, quien accedió a participar en el proyecto.
Cuando habla de Malkovich, Miller afirma: «John es la persona más brillante y creativa que conozco. Su genio es incomparable. Puedo sugerirle una idea o un simple estado de ánimo y, apenas un momento después, se transforma literalmente en uno de los personajes. Confía tanto en mi trabajo y en nuestro proyecto… Me parece una bendición tenerlo como amigo y colaborador».
Malkovich, Malkovich Malkovich: Homenaje a los maestros de la fotografía incluye imágenes como el retrato de Irving Penn a Truman Capote, arrodillado sobre una silla en un rincón; las fotos de Bert Stern a una sensual Marilyn Monroe; la dramática foto de Dorothea Lange a una madre migrante; el autorretrato de Mapplethorpe con una pistola; la famosa fotografía que Annie Leibovitz hizo a John Lennon y Yoko Ono, portada de la revista Rolling Stone; la imagen de Diane Arbus de un niño con una granada en la mano o el apicultor rodeado de abejas de Richard Avedon, entre muchas otras grandes fotografías del siglo XX.
Con este proyecto, Sandro Miller ha tratado de «entrar en la cabeza de estos grandes fotógrafos y diseccionar lo que estaban haciendo en aquellos momentos, lo que estaba pasando, la emoción que querían extraer de sus personajes, de dónde venía la luz, por qué eligieron aquella cámara en concreto para hacer la foto».