En la génesis de La ciudad de las mentiras, encargo de Gerard Mortier para el Real, Mendoza y Rebstock han creado, trabajando mano a mano, el libreto, la dirección escénica y la música. La partitura, una vez concluida, incorpora ya las líneas maestras de la acción dramática, la interpretación actoral y el espacio escénico concebidos durante el proceso de creación de la obra, en el que han participado también la escenógrafa Bettina Meyer y algunos de los protagonistas –cantantes, actores e instrumentistas–, explorando los múltiples códigos del teatro musical contemporáneo.
En un mundo de ensoñación y locura, cuatro mujeres –una señora sin nombre (soprano), Moncha (viola), Gracia (soprano) y Carmen (acordeón)– rechazan la realidad hostil y claustrofóbica de Santa María refugiándose en un desquiciado y absurdo mundo paralelo, alejado del vecindario cuya vida gravita en torno a una encrucijada de calles sin salida, de la que sólo es posible escapar a través de la “mentira”: metáfora de todas las formas de evasión, incluyendo el arte.
La primera mujer, cuya historia vertebra todas las demás, contrata a un director de escena para dirigir la representación de un sueño placentero que tuvo un día, e interpreta su propia muerte. La segunda deambula desairada con un flamante vestido de novia, celebrando, cada noche de luna, su boda con un enamorado ya difunto. La tercera, herida por el dolor y la traición, venga la ruptura con su marido enviándole fotos obscenas con otros hombres. La última llega a Santa María con una maleta de cuentos tan reales que parecen mentira…
Universo musical propio
Cada relato está enmarcado en un universo musical propio, aunque las historias tengan una tela dramatúrgica y una estructura formal común. Así, en cada cuento de La ciudad de las mentiras hay un solo para la protagonista, un dúo, una escena de chismorreo entre los hombres, una noticia radiofónica, etc., tal como acontece en los diferentes relatos de Onetti, por los que transitan los mismos personajes, como el doctor Díaz Grey, Jorge Malabia, el barman o el boticario…
Quince versátiles intérpretes encarnan a los personajes que hilvanan las cuatro historias, encabezados por las sopranos Laia Falcón (Mujer de Un sueño realizado) y Katia Guedes (Gracia), la acordeonista Anne Landa (Carmen) y la violista Anna Spina (Moncha), acompañadas en el escenario por los actores Graham Valentine (Díaz Grey), David Luque (Risso) y Tobias Dutschke (Tito y barman), el tenor Michael Pflumm (Jorge), el barítono Guillermo Anzorena (Langman) y seis instrumentistas-actores: Íñigo Giner Miranda (piano), Miguel Pérez Inesta (clarinete), Martin Posegga (saxofón), Matthias Jann (trombón), Wojciech Garbowski (violín) y Erik Borgir (chelo).
En el foso y en la sala, miembros de la Orquesta Titular del Teatro Real, bajo la dirección musical de Titus Engel, que dirigió en 2012 el estreno mundial de La página en blanco, de Pilar Jurado. Ella y Elena Mendoza exploran con éxito y prestigio internacional diferentes mundos de la creación musical contemporánea española en femenino.
En Santa María nada pasaba…
«En Santa María nada pasaba, era en otoño, apenas la dulzura brillante de un sol moribundo, puntual, lentamente apagado. Para toda la gama de sanmarianos que miraban el cielo y la tierra antes de aceptar la sinrazón adecuada del trabajo. (…) Nada sucedió en Santa María aquel otoño hasta que llegó la hora –por qué maldita o fatal o determinada e ineludible–, hasta que llegó la hora feliz de la mentira».
Juan Carlos Onetti