Partiendo de la idea de que todo el mundo conoce Romeo y Julieta, Jean-Christophe Maillot ha optado por un enfoque coreográfico que evite la paráfrasis de la obra maestra de Shakespeare. En lugar de seguir paso a paso el cisma entre Capuletos y Montescos hasta su trágico final, el coreógrafo remodela el montaje desde un punto de vista original: el ballet conduce al espectador hasta el alma atormentada del Hermano Laurent, quien deseando hacer el bien, acaba provocando la muerte de los dos jóvenes.
La obra es un recuerdo a este hombre de iglesia, angustiado, que se pregunta al final del drama cómo llegó allí. Este inicio ilustra muy bien la sensibilidad del coreógrafo al interpretar Romeo y Julieta no como un conflicto social o una lucha de clases, sino como un drama fortuito que provocó la muerte de dos jóvenes, más preocupados por los juegos del amor que por los del odio.
En el ballet de Maillot, los Capuletos y los Montescos son muy similares. Tienen 16 años, están descontrolados y se enfrentan en la calle, más por diversión que por deseo de dañarse intencionadamente. Sus peleas nunca son violentas, sino un modo de identificarse en uno de los bandos rivales. Por desgracia, un día el juego se descontrola. Un golpe mortal conduce a los protagonistas a una espiral de violencia.
Mirada al séptimo arte
Romeo es irresponsable, convulso por el descubrimiento de un nuevo amor que le hace olvidar sus anteriores conquistas. En cuanto a Julieta, es la primera vez que se enamora y las sensaciones que descubre son tan poderosas que Romeo no es sólo un amante. Este desbordamiento de la razón entre los protagonistas ha inspirado a Maillot una coreografía que altera los códigos de la danza clásica en su faceta más tradicional, pero mantiene su impulso, su energía y su gracia atemporal.
El ballet utiliza la sintaxis del cine: el flashback, que permite profundizar en la introspección del Hermano Laurent así como la congelación de las escenas o la cámara lenta.
El espectáculo nunca se presenta frontalmente, los bailarines evolucionan siguiendo diagonales, nunca frente al público, recordando que un artista nunca mira a la cámara. Finalmente, cada bailarín del cuerpo de baile tiene su propio papel y puede distinguirse a través de una sola acción.
Para Maillot, su Romeo y Julieta es ante todo «un ballet de mujeres». La señora Capuleto, Julieta, Rosalinda, la niñera… estas mujeres están cerca entre sí y se distinguen más por su baile que por su grado de madurez.
Los padres, por otro lado, están casi ausentes y el Príncipe de Verona se ha eliminado. Más aún, en 1986, cuando Maillot imagina la primera versión de su ballet (con la música contemporánea de Michel Beuret), el coreógrafo titula su obra Julieta y Romeo, indicando claramente que son mujeres quienes tienen el control de esta historia.
La narración se depura de todo accesorio inútil: los frascos, venenos, cuchillos, balcones floridos desaparecen. Los únicos accesorios necesarios son las emociones, las pasiones, el recuerdo inolvidable del primer amor y un pequeño grupo feliz de títeres.