En su larga trayectoria, que ya suma treinta años, la artista asegura que «ha ido evolucionando poco a poco, con mucho trabajo y mucha ilusión», hasta llegar a contar las historias que quiere y como quiere. En este camino, dibujar se ha convertido en una casa, «es mi refugio, es el lugar donde me siento a gusto y donde vivo. Donde puedo crear mis mundos y tener un lenguaje propio. Realmente he conseguido tener una conexión con el mundo a través de la ilustración».
La que fuera Premio Nacional de Ilustración 2010 ha colaborado activamente para llevar a cabo este reto gráfico-interactivo con la colaboración de Unit Experimental, equipo de trabajo interdisciplinar formado por investigadores de la Facultad de Bellas Artes y de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática de la Universitat Politècnica de València.
El visitante se convierte en el protagonista de una muestra innovadora que rompe con los discursos tradicionales para descubrir el trabajo de la valenciana. Una aventura gráfica que acerca de manera diferente a su mundo de claroscuros, dominado por tonalidades acromáticas donde las sombras y las luces están realizadas con precisos trazos de lápiz de carbón.
La autora había tenido «problemas al solucionar mi trabajo en blanco y negro», así que cuando se tuvo que enfrentar a Snowhite, un proyecto que tenía que ser en blanco y negro, se planteó buscar una solución. «Mirando hacia el pasado abrí una puerta hacia mi futuro. Me dije, si he estado tantos años trabajando con lápiz carbón sobre papel, por qué no voy a hacer lo mismo». Así surgió un libro de temática clásica al que le dio una vuelta cambiando el formato.
En esta ambiciosa exposición, que comisarían Nuria Rodríguez y David Heras, la ilustradora se muestra a través de sus obras más destacadas: Otra vuelta de tuerca o Snowhite. Pero sus dibujos originales toman una nueva dimensión a través de la tecnología como punto de partida para conectar al público con la muestra. «Nos preocupaba acercar a los nativos digitales a los museos. Esta es una manera de seducirlos», explica la comisaria.
Así, Snowhite se convierte en el origen del juego interactivo Erthaland, Snowhite’s Mystery Tale, que expande la narración a nuevas situaciones y personajes donde el visitante puede recorrer virtualmente el lugar en el que sucede cada escena o relacionarse con los protagonistas de la aventura mediante la realidad aumentada.
Y para llevarlo a cabo, asegura Heras, «Ana Juan nos dejó todos sus bocetos con sus dudas, correcciones, su humor… Esto ha enriquecido las ilustraciones». La exposición se completa con un catálogo, también interactivo, en el que «aparecen los personajes en 3D y entrevistas con la ilustradora», cuenta Rodríguez. Pero, ni la exposición ni el catálogo son mágicos, hay que descargar una aplicación gratuita al móvil o tableta, que lleva el mismo nombre que la muestra, para poder jugar y disfrutar con el universo creativo de la artista.
Ana Juan se licenció en Bellas artes en 1981 y se trasladó a Madrid un año después, donde se dio a conocer en publicaciones como Madriz y La Luna y colaboraciones con los periódicos El País y El Mundo. Desde entonces ha trabajado internacionalmente ilustrando libros, carteles, campañas publicitarias y portadas de prestigiosas revistas como The New Yorker. Para esta publicación destaca la portada Solidaritée, realizada con motivo del atentado a la revista Charlie Hebdo en enero de 2015. Es autora de libros infantiles como Frida y The Night Eater (Premio Ezra Jacks Keats, 2004. EE.UU.) y volúmenes como Snowhite. Es ilustradora de la saga Fairyland de Cat Valente y en 2010 fue galardonada con el Premio Nacional de Ilustración. En la actualidad continúa ilustrando, pintando y contando historias a través de sus imágenes.Contadora de historias