Los óleos inconfundibles de Doig muestran mundos alternativos y sueños que entremezcla con sus pensamientos e imágenes de su memoria. “Mucha gente da por hecho que mis cuadros están influenciados por el cine o basados en él, pero no es exactamente así», explica el artista. “Hay mucha ficción en ellos y no nacen de mi propia experiencia, sino de espacios y experiencias imaginarias. Ser auténtico o realista nunca me ha preocupado”.
A lo largo de su carrera artística, que se prolonga durante casi tres décadas, Doig se ha basado en un estilo ingenioso, una extensa paleta y en imágenes sugerentes que contrastan de forma clara e intencionada con el arte conceptual, asumiendo en sus personajes y paisajes una extensa variedad de referencias histórica-artísticas, a pintores impresionistas, postimpresionistas y expresionistas.
El cine tiene gran capacidad narrativa, frente a la pintura que debe escoger solo un instante decisivo, de ahí la importancia de los carteles que anuncian las películas, ya que tienen que condensar toda la información del filme. Colgados frecuentemente a gran altura, los carteles más famosos en la historia del arte, los de París de finales del siglo XIX, necesitaban colores vivos e imágenes llamativas para atraer la atención de los transeúntes.
Las obras de Doig continúan con esta tradición con un «potente colorido, muestran paisajes y arquitecturas de una belleza seductora tras los que subyace un tono melancólico o solitario, tensión latente o tragedias al acecho. Sus escenas resultan al espectador tan extrañas como familiares. El resultado entremezcla cultura pop e historia del arte y resulta especialmente enigmático por su combinación de romanticismo y atractivo siniestro”, explica Fernando Francés, comisario de la muestra.
Arte cinéfilo
Doig se trasladó siendo niño a la isla de Trinidad y más tarde a Canadá, donde pasó la mayor parte de su juventud. En 1979 cambió su residencia por Londres donde permaneció hasta 2002, tras lo que regresó a Trinidad y abrió un cineclub junto al también artista Che Lovelace en el 2003. Ubicado en una antigua destilería de ron, ambos decidieron mostrar al público películas a las que no habían tenido acceso, filmes que consideraban capitales, bien por su temática o bien por ser cercanas a los ciudadanos de Trinidad y Tobago.
El studiofilmclub proyectó películas hasta 2011 de manera semanal, todos los jueves, de forma gratuita. Los espectadores podían comentar sus opiniones durante las proyecciones, y debatían sus impresiones al finalizar, en un ambiente relajado donde en ocasiones se podía disfrutar de aperitivos y hasta de música. En este periodo Doig realizó un poster por cada película que proyectaban. Todo comenzó con la proyección de Orfeu Negro (1959, Marcel Camus).
El CAC expone un total de 166 pinturas realizadas desde el 2003 al 2015, más de diez años de creaciones del artista. Las obras, de diferentes tamaños, son en su mayoría verticales y pueden englobarse en varios bloques según lo representado: retratos de los protagonistas, escenas de las películas o el título. Pero también son protagonistas de sus carteles banderas que indican la procedencia del filme o animales.