Comisariada por Ana Martínez de Aguilar, en esta obra, Farideh vacía de figuras y reelabora las estampas de esta icónica serie para mostrarlas acompañadas por las imágenes que han sido previamente animadas y que ahora se proyectan con un foco de luz en movimiento. Para ello, la artista manipula cuidadosamente cada grabado extrayendo las escenas y reelaborando los huecos dejados por las figuras. Así deja los fondos como escenarios vacíos y los coloca en un rectángulo formado por ocho líneas superpuestas de 10 fotograbados cada una.
Sobre cada uno de estos fondos se proyectan sucesivamente las figuras que han sido animadas digitalmente a través de un pequeño foco de luz que recorre los grabados al ritmo de la música de un nocturno de Chopin. Cuando el foco coincide con un fondo concreto se proyecta en él la escena correspondiente que se anima durante un breve instante, tras el cual, la escena desaparece en la sombra mientras el foco prosigue de forma azarosa iluminando nuevos desastres.
Se trata de un relato fragmentario, a partir de las sensaciones producidas por la visión de escenas iluminadas de manera fortuita, que llevan al espectador a fijarse tanto en los fondos como en lo que sucede. Una obra de aspecto sencillo y de enorme complejidad que tiene como referentes la obra de Goya, deconstruida y reconstruida por ella, para reinterpretar una realidad de total actualidad.
La cuidada composición, que yuxtapone el horror de las escenas, el lirismo del ritmo de la luz y la música suave y romántica, tiene un título abierto y poético, inspirado en un fragmento del poema de T.S. Eliot La tierra baldía (1922), que subraya su sentido.
El préstamo de esta obra se inscribe en el programa La obra invitada, una actividad patrocinada por la Fundación Amigos del Museo del Prado desde 2010.