Carreño trasladó a sus dibujos elementos propios del lenguaje pictórico gracias a su dominio del lápiz negro, aplicado con trazos amplios y expresivos, que a menudo combinó con la sanguina y el clarión, empleándolos como si de pinceles se trataran.
La muestra se articula en siete secciones en las que a través de los folios de Carreño se exploran diferentes aspectos de su carrera, desde sus inicios centrados en las obras de asunto sacro hasta su consagración como retratista de Corte, poniendo de manifiesto el papel que jugó el dibujo en sus creaciones y en la vida artística madrileña de la segunda mitad del siglo XVII.
El estudio de los folios de Carreño invita a superar la visión tradicional que lo ha consagrado como el pintor que, en palabras de Unamuno, retrató «la austriaca decadencia de España», para redescubrir a través de sus dibujos la luminosidad de su pintura religiosa y la riqueza de los proyectos decorativos que realizó en colaboración con Francisco Rizi.
A la fructífera relación artística de Carreño con este último se dedica una de las secciones centrales de la exposición, en la que se pone de manifiesto la función esencial que los apuntes y rasguños tuvieron en el intercambio de ideas entre ambos pintores, necesario para llevar a término los encargos que asumieron de manera conjunta.
Los dibujos de Carreño se presentan en paralelo con folios de artistas de su círculo, como el ya citado Francisco Rizi, Claudio Coello, Mateo Cerezo y Pedro Ruiz González.
La muestra, que reúne piezas procedentes de la BNE, de diferentes instituciones españolas y extranjeras, así como de colecciones privadas, cuenta con varios bocetos al óleo y lienzos del pintor y con documentos de archivo, impresos y obras de literatura artística que ilustran pasajes claves de su vida y trayectoria.