Ya se advertía, especialmente en sus últimas pinturas, un desplazamiento de la materia pictórica fuera del propio cuadro-objeto, cuestionado los límites físicos impuestos por el medio al tiempo que favorece un aumento de la expresividad.
El pintor lleva la pintura más allá de los límites, recubriendo el objeto pictórico, envolviéndolo de materia y atmósferas pictóricas o partiendo de éste en una acción dinámica y gestual propia del expresionismo abstracto.
La evolución de la obra es, por lo tanto, coherente con los intereses estéticos y con el ideario que sustenta su trabajo. Reguera parte del principio de imaginar cómo se puede materializar el aura de la pintura; el movimiento y la reverberación del color y de la materia pictórica cuando entran en contacto con los sentidos del espectador.