Madoz explora combinaciones variadas, desplazamientos y metamorfosis a las que somete a los objetos para mostrar sus relaciones escondidas. Una exposición que pone de manifiesto el gran papel que la naturaleza juega en su obra y permite descubrir los procesos mentales e intelectuales de donde surgen sus imágenes y aquellas fuentes que han inspirado la construcción de su lenguaje creativo.
El artista opera con la naturaleza de la misma manera en que lo hace con los objetos, buscando asociaciones, parentescos, combinaciones, yuxtaposiciones, encuentros fortuitos… Ajeno a las clasificaciones habituales, trastoca las reglas y deja vagar la imaginación. Desplegando su fantasía funde los reinos animal, vegetal y mineral dando lugar a uno propio en el que transforma hojas, ramas, maderas, plantas, flores o piedras ofreciendo las combinaciones más inesperadas.
A veces lo hace cambiando su función; una pareja de guindas simula los pesos de una balanza. Otras haciendo asociaciones insólitas, unas notas de la caligrafía japonesa se convierten en las ramas de un sauce llorón. Y en ocasiones, los objetos, al situarlos en un escenario distinto, se convierten en elementos de la naturaleza, un dedal hace las veces de una maceta o los tiestos el tronco de una palmera.
En los diversos procedimientos que utiliza se emparenta con los surrealistas en esa búsqueda de nuevos significados, nuevos caminos por donde dejar vagar la imaginación. Hay también en estos desplazamientos una especie de ligereza que se asocia con la idea de juego. Chema Madoz lo entiende como la primera manera que tiene el niño de entender el mundo y relacionarse con él: “El juego es la manera más gratificante, lúdica y divertida de conocer el mundo. Jugando consigues llegar a soluciones simples, sencillas y muy accesibles”, recuerda.