Comisariada por Fabienne Di Rocco y el propio Arroyo, la muestra reúne cerca de cien instantáneas que proponen al espectador un mosaico de retratos en blanco y negro o sepia que se presenta como “un homenaje a algunos fotógrafos anónimos, a unos que tuvieron la suerte de ser reconocidos en vida y a otros redescubiertos después de su muerte”, afirman los comisarios.
Desde siempre, la fotografía despierta la curiosidad de los artistas. En el caso de Arroyo, ciertas imágenes antiguas funcionan como archivo y son conservadas escrupulosamente. Las introducidas en el libro 35 ans après (35 años después) son la manifestación brutal de la España franquista, mientras que las del libro Bambalinas pueden ser consideradas como su segunda obra autobiográfica, desvelando secuencias más íntimas.
El coleccionista comparte con W.G. Sebald el gusto por incluir en sus libros un importante material fotográfico que invita a cuestionar la permanencia de las imágenes y su papel en relación al texto.
Las imágenes que incluye la muestra emanan, según los comisarios, una melancolía que lleva a compartir la mirada de Susan Sontag, quien considera cada foto como un memento mori. Todas ellas responden a la relevancia estética que les confiere el artista y han sido halladas en rastros y mercadillos, como el de las Pulgas de París, escenarios cotidianos de sus viajes.
Agrupadas sin orden cronológico, los retratados aparecen con un pie en el aire y constituyen también “un homenaje a la fotografía en equilibrio, a la fotografía con riesgos”. El conjunto contiene varios miles de clichés de todos los géneros, de todas las épocas, realizados por fotógrafos profesionales famosos, como Ramón Masats, Cano, Gyenes o los Hermanos Mayo, fotógrafos de agencias de prensa, de estudios fotográficos, pero también por autores desconocidos, no identificados, anónimos. De esta forma, confiere nobleza a la más humilde fotografía abandonada con su propio deterioro.
- 25 de mayo a las 19.00 h: encuentro con Eduardo Arroyo.