La muestra presenta al visitante vídeos, instalaciones, fotografías, dibujos, pinturas… con los que se ofrece un panorama del desarrollo de la artista, quien con sus juegos de escalas, sus combinaciones inesperadas y su sentido irónico del mundo es capaz de construir un universo paralelo donde las líneas se quiebran, los diálogos se desbordan, las proporciones se desbaratan y las cosas nunca son lo que parecen.
Diálogos y desobediencias incluye tres secciones que, de alguna manera, resumen algunas de las cuestiones esenciales en la obra de la artista: Rasgones y tareas, que comienza con las primeras instalaciones de papeles arrugados y sigue con sus Trabajos forzados o las roturas y reparaciones; El recorrido y la línea, que recoge su fascinación por las líneas como territorio de los desplazamientos y formas de desbordar espacios y realidades; y Conversiones y dobles, donde los personajes dialogan y se duplican, se contestan y se clausuran.
Jugando con las subversiones espaciales, los diálogos inesperados y los trastocamientos de las proporciones, Porter ha ido creando un universo propio y unas sólidas y fascinantes propuestas de revisión de lo establecido desde los años 70 del siglo XX. Su amplísimo espectro creativo (pintura, instalaciones, estampas, vídeo, dibujos, esculturas, etc.) describe un mundo particular y asombroso, que en cada momento hace gala de un finísimo sentido del humor, una ironía inteligente y una sutileza muy personal.
Propuestas estimulantes
La artista plantea propuestas estimulantes para un mundo y sobre un mundo que necesita ser narrado de nuevo. Por eso lo quiebra, lo desordena, lo asalta incluso, haciendo a cada paso gala de una extraordinaria agudeza. En su obra se hace patente la necesidad de volver a nombrar cada acontecimiento y trazar nuevamente las fronteras solo para trastocarlas. Hay que perseguir el espacio, correr tras él y habitar al filo de un relato donde todo se trastorna bajo la apariencia de infinita cotidianidad.
Pese a todo, las asociaciones son siempre buscadas y los protagonistas de sus relatos, figurillas que adquieren vida propia y andan siempre en busca de una casa dislocada, la casa del otro lado, trampa y disfraz, plantean a los espectadores un pregunta reiterada que los devuelve a un espejo que no refleja, sino que distorsiona en una operación cercana a lo «siniestro» freudiano.
Sus obras son una especie de territorio de resistencia para el mundo al revés; un mundo en el cual todo es justo lo contrario de lo que debería haber sido. Las piezas miran al espectador desde los personajes y los hacen añicos: la línea se sale de marco (escultura o desbordamiento de la superficie fotográfica) y obliga a pensar, por un momento, cómo las fronteras entre dentro y fuera, realidad y ficción, lo familiar y lo extraño no eran tan inamovibles como se hubiera podido pensar en esa reunión de los seres inanimados, humanos o animales, que conforman el rico universo de Porter.