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El fin de siglo en París fue un período marcado por turbulencias políticas y transformaciones culturales, durante el cual la prolongada crisis económica y los problemas sociales estimularon la formación de grupos de la izquierda radical, así como una ola reaccionaria que se extendió por Francia a lo largo de la década de 1890. En 1894, el presidente Sadi Carnot fue asesinado por un anarquista, mientras que el Caso Dreyfus sembró la división en la nación, a raíz de la arbitraria acusación de traición a Alfred Dreyfus, oficial de origen judío-alsaciano.
Tales acontecimientos sacaron a la luz los extremos sociales y políticos existentes en Francia: burguesía y bohemia; conservadores y radicales; católicos y anticlericales; antirrepublicanos y anarquistas. Como reflejo de una era de angustia y agitación, este período acogió una gran variedad de movimientos artísticos, y a finales de la década de 1880 emergió una generación de artistas que incluían a los neoimpresionistas, los simbolistas y los nabis.
Sus temas seguían siendo similares a los de sus antecesores impresionistas, que aún estaban en activo: los paisajes, la urbanización moderna y las actividades de ocio. Sin embargo, los nuevos movimientos cambiaron el tratamiento de estos temas familiares, y a ellas se añadieron escenas de visiones introspectivas y fantásticas, así como retratos descarnados de la vida social y visiones utópicas de brillantes paisajes interiores y costeros.
La exposición, comisariada por Vivien Greene, profundiza en las innovaciones radicales del Neoimpresionismo, el Simbolismo y los Nabis, centrándose en algunas de las figuras más destacadas de la época: Pierre Bonnard, Maurice Denis, Maximilien Luce, Odilon Redon, Paul Signac, Henri de Toulouse-Lautrec y Félix Vallotton. De la mano de estos artistas, la ambición de capturar de manera espontánea un momento fugaz de la vida contemporánea dio paso a trabajos cuidadosamente realizados, antinaturalistas en sus formas y ejecución, que buscaban provocar emociones, sensaciones o cambios psíquicos en el espectador.
A pesar de ostentar características a veces contradictorias, estos artistas compartían la meta común de crear un arte con una resonancia universal, produciéndose ocasionalmente diálogos entre los grupos. En una visión de conjunto, esta agitada época muestra un terreno complejo de estéticas y teorías filosóficas divergentes, al tiempo que delinea los acontecimientos turbulentos en el umbral de un nuevo siglo.