La muestra se organiza en tres secciones: Ciudades, Comunidades y Artistas y modelos. A través de ellas, y sin ambición de proponer una lectura histórica o enciclopédica, la muestra se desplaza en el tiempo y en el espacio reconociendo influencias y señalando significativos paralelismos entre artistas. Todo ello transcurre en un arco cronológico de casi un siglo, desde el famosísimo retrato Mujer ciega de Paul Strand de 1916, un icono de su obra y de la historia de la fotografía que influyó claramente en numerosos fotógrafos, hasta los monumentales retratos de Agnés, de Richard Learoyd de 2013, obtenidas mediante una cámara oscura que transmiten esa herencia del pasado fruto de la experimentación de los artistas actuales.
La calle ha sido el escenario principal de la fotografía en el siglo XX, un espacio en el que se desarrolla el teatro de la vida, con los actos cotidianos como protagonistas y las personas anónimas como actores que interpretan fugaces escenas captadas con una contundencia gráfica antes desconocida. A ese extraordinario desarrollo de la fotografía de calle contribuyó, sin duda, la difusión de las pequeñas cámaras manuales, precisas, discretas y silenciosas, a modo de extensiones mecánicas del ojo.
Toda edad y condición
Los fotógrafos se enfrentan en la ciudad a una extensa variedad de motivos, entre los que se encuentran seres humanos de toda edad y condición que se desenvuelven despreocupadamente en su entorno habitual. En la calle el artista es un intruso que ha de estar alerta y pasar desapercibido, o al menos no incomodar, para evitar interrumpir el curso de los acontecimientos.
Helen Levitt es el mejor ejemplo del genuino retrato de calle, anticipándose y aislando los momentos más luminosos, más espontáneos y que resultan más naturales. Otro notable ejemplo es Joan Colom, que se esconde tras la cámara para robar la intimidad de las calles del Raval. O algo más tarde, Garry Winograd, que crea imágenes complejas en medio de la multitud dinámica y excéntrica que recorre Nueva York.
A este tipo de fotografías tomadas sin la participación consciente del retratado se suma ese subgénero del retrato urbano consensuado, conformando una galería que discurre desde el reflejo del mundo exterior hasta el compromiso con el mundo de la propia experiencia. Lisette Model abre este acercamiento directo, moderno, en una sucesión de primeros planos y contrapicados a veces audaces que denotan su influencia europea y su interés por los tipos humanos. Al igual que su alumna Diane Arbus o Alberto García Alix, de quienes se muestran varios retratos que explican su interés por temas ocultos o privados y la complicidad que establecen con sus modelos.
Los artistas aquí reunidos se encuentran entre los más grandes maestros de la fotografía, y sus obras son pródigas en implicaciones que las sitúan en el fértil ámbito de la interrelación. Se encadenan genios como Strand, Evans, Frank o Winogrand, pioneros en el planteamiento de las posibilidades de la fotografía como medio de expresión artística y vehículo para la investigación y la expresión personal, fotógrafos que se liberaron de la retórica del estilo tradicional, ligado al lenguaje de la pintura, que desafiaron las convenciones establecidas y que, en definitiva, enseñaron a mirar de una manera diferente.
Comunidades
Esta sección comienza con Paul Strand, parte de cuya obra ejemplifica la idea de retrato de una comunidad, configurado tanto a través de sus gentes como de los elementos identificadores de su cultura. En sus fotografías se entrecruzan múltiples historias y contextos, y se crea un tejido que el espectador recompone guiado por las pistas que le señala la cámara. A propósito de la obra de Strand, Dorothea Lange decía: «yo miro las fotografías, pero investigo las de Strand». Lo mismo podría aplicarse a los artistas agrupados en esta sección, ya que su capacidad para expresar una sensación genuina de lugares, personas y cosas en los retratos colectivos de una sociedad nos permite vivir una experiencia similar a la suya.
En esta sección encontramos fotografías de pequeñas ciudades, aldeas y comunidades en las que el silencio es también un atributo. Aunque, en una primera impresión, podría parecer que estas imágenes se acercan al reportaje, nada más lejos de la intención de sus autores, pues su trabajo se distancia de la inmediatez que aquel requiere. Así, las fotografías de Fazal Sheikh son fruto de un amplio conocimiento del tema y de una implicación personal que va más allá del puro interés documental y requieren años de trabajo continuado. En estas obras hay un compromiso social y/o personal que cristaliza en el respeto y la colaboración con los retratados, quienes van dejando un poso de experiencias, en ocasiones acumuladas a lo largo de varios años, algo que traspasa las imágenes y las dota de una vida que trasciende el hecho fotográfico para convertirlas en un documento que explica la realidad.
Artistas y modelos
Si la calle ha sido el principal escenario de la fotografía del siglo XX, a finales de la centuria el estudio del artista y los espacios interiores adquieren una renovada vitalidad que ofrece posibilidades inéditas al retrato posado, a las escenas construidas y al autorretrato como singular forma de expresión. Denotando un menor interés por los problemas sociales o políticos del momento y del contexto en que son realizados, algunos de estos retratos pueden suponer una vuelta al pasado por los recursos técnicos –como la cámara oscura de Learoyd–, o por el tema y la factura –como el vínculo con la pintura renacentista que emana de las imágenes de Hanzlová– o, simplemente, ponen de manifiesto la duplicación de índole surrealista inherente al lenguaje la fotografía, como las pantallas de televisión de Friedlander. Pero, en el fondo, lejos de anclarse en el pasado, estos autores se ocupan de cuestiones que configuran al hombre de hoy: la identidad, la soledad o la memoria, y lo hacen recuperando la calma y la belleza consustanciales al arte de todos los tiempos. Las imágenes de Anna Malagrida convierten los espacios privados en públicos con el aire melancólico de íntimas escenas cotidianas.
Incluye este apartado una selección de autorretratos. Si bien se trata de un género que ha estado presente en la fotografía desde sus inicios, ha sido de la mano de los fotógrafos contemporáneos como ha profundizado en las múltiples posibilidades que la autorrepresentación brinda para la construcción de la propia imagen y el conocimiento del sujeto, en su doble papel de autor y modelo.
Se cierra la sección con los retratos de las mujeres de algunos de los autores más importantes del pasado siglo. Ante su mujer, o su musa, el artista incorpora a su obra y hace visibles implicaciones personales que transmiten emociones y sentimientos íntimos. Todas estas modelos son mujeres con una fuerte presencia que han aceptado compartir con naturalidad instantes de su vida cotidiana y de sus relaciones personales, lo que hace de este conjunto de retratos una brillante y conmovedora reflexión sobre el amor y el paso del tiempo.
Rebecca Salsbury, retratada por Strand en 1922, abre este interesante grupo de mujeres fuertes y atractivas que continua con Eleanor Callahan o Edith Morris (mujer de Emmet Gowin). Nicholas Nixon ha fotografiado a su mujer Bebe Nixon durante más de cuarenta años, aunque no se muestra su conocida serie de las hermanas Brown, puesto que formará parte de la exposición retrospectiva que le dedicará el espacio madrileño a partir de septiembre.
Colección necesaria
Hace nueve años, Fundación MAPFRE inició su colección de fotografía que venía a unirse a la ya consolidada de dibujos. De esta manera se copletaba su propio proyecto expositivo y contribuía al coleccionismo institucional con una propuesta que consideraban necesaria y enriquecedora dentro del panorama español, parco en esta práctica en torno a la fotografía. La colección y el programa de exposiciones siguen una trayectoria cercana en sus contenidos con el propósito de formar un proyecto amplio que acerque la fotografía, medio natural de las artes visuales, a la sociedad.
La colección se centra exclusivamente en fotografía artística del siglo XX, sobre todo en su segunda mitad, y llega hasta nuestros días. Tiene como uno de sus principales referentes la tradición de la fotografía documental. Es, por tanto, una colección joven que muestra la obra de quienes, por su talento y creatividad, han escrito la historia de la fotografía: Paul Strand, Lisette Model, Walker Evans o Robert Frank, pero también la de artistas en activo considerados ya clásicos de nuestro tiempo (Graciela Iturbide, Lee Friedlander, Nicholas Nixon, etc.), así como la de otros con una trayectoria más reciente que ya han alcanzado el reconocimiento internacional por la madurez y singularidad de sus imágenes (Fazal Sheikh, Dayanita Singh, Richard Learoyd, Bleda y Rosa, etc.).
La primera adquisición tuvo lugar en 2007, la serie completa de las Hermanas Brown de Nicholas Nixon, un buen comienzo que, de alguna manera, afirmaba lo que iba a ser el futuro de la colección, una serie o un conjunto de obras sólido que ayudara a comprender mejor la obra de cada artista que forma parte de la misma. Esto es hoy en día complicado por la falta de obra vintage en el mercado de ciertos artistas, pero aun así posee importantes cuerpos de obra de artistas como Graciela Iturbide o Paul Strand que pasan ampliamente el centenar de fotografías. En otros casos, una serie completa o varias obras de diferentes series enriquecen la visión sobre un artista determinado.
Las adquisiciones se complementan con encargos a artistas que forman parte de nuestro programa expositivo a los que la Fundación invita a trabajar en nuestro país y que luego se incorporan a la colección, como ha sido el caso de Emmet Gowin, Vanessa Winship o Jitka Hanzlová.