Estas diferentes facetas hacen referencia al tiempo de la pintura, el empleado en el proceso de creación del cuadro en el estudio, evidenciado en ocasiones con metapinturas, representaciones de obras, cuadros dentro de cuadros, una especie de juego de espejos que se ha visto en otras ocasiones en la obra de Albacete.
El transcurrir de las estaciones del año está presente en los títulos, y en un juego de palabras e ideas. El artista toma también como motivo las estaciones de metro, ya que representan esas esperas que conforman y fragmentan el transcurrir del tiempo urbano. En palabras del propio artista, “hay cosas que están pintadas y que no se aprecian a la vista”, y es que todo el conjunto de su obra tiene un componente intrigante.
Como destaca el crítico Jaume Vidal Oliveras, “la obra de Albacete se nos antoja como una suerte de adivinanza o enigma: ambigua, elusiva, velada, un juego entre el mostrar y el ocultar. El artista, poco dado a hablar de su trabajo, sumamente prudente, es de aquellos que entiende que la pintura solo puede defenderse a sí misma con el silencio”.
Alfonso Albacete se formó pictóricamente con Juan Bonafé en La Alberca (Murcia), estudiando después Bellas Artes y Arquitectura en Valencia y Madrid. Posteriormente fue becado por el Ministerio de Cultura para investigar nuevas formas expresivas. En los años setenta regresó a la pintura y realizó su primera exposición individual en la Galería Chys de Murcia en 1972. Con una densa y prolífica trayectoria, entre sus exposiciones individuales y colectivas cabe destacar, entre muchas otras, aquellas realizadas en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Sevilla (2014); en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Palacio de Velázquez, Madrid (2014); en la Galería Marlborough, Madrid (2014), y en la Colección ACB. Villa Iris, Santander (2012).Prolífica trayectoria