Este autor, un adelantado a su época, apostó por la imagen en color en una época dominada por el blanco y negro. El uso del color lo alejó del reconocimiento que alcanzaron algunos de sus contemporáneos, como Ramón Masasts, Paco Gómez o Pérez Siquier, ya que estos era considerados “los fotógrafos de verdad”, como señala José Manuel Navia, comisario de la exposición.
Fotógrafo autodidacta, Juanes utilizó la fotografía como modo de plasmar su verdadera inquietud vital y procuró crear una obra subjetiva y sincera. Estaba convencido de que la fotografía debía ser «sencilla, de modesta apariencia, intencionadamente en tono menor”, también la definía como “un simple documento en el que se intenta captar un fugaz momento de lirismo».
Fue esta sencillez, unida a una gran honestidad, lo que caracterizan todas sus obras. En palabras del comisario, «Gonzalo Juanes nunca se enfrentó al color como un nuevo medio de expresión que hubiera que tratar de un modo distinto al blanco y negro, que le exigiera cambiar las bases de su lenguaje. Fascinado por la riqueza del color y convencido de que la vida es en colores siguió haciendo la fotografía que le gustaba».
Lejos de la fotografía oficial
Este espíritu le llevó a alejarse paulatinamente de la fotografía oficial y de sus contemporáneos y a trabajar exclusivamente para si mismo. Así fue capaz de incorporar el color a su propia mirada, muy personal, pero a la vez inmersa en la corriente de la mejor fotografía documental de la época.
Su primera toma de contacto con el color se remonta a finales de la década de los años 50 y, a partir de ese momento, consciente de las grandes posibilidades que le ofrecía, abandonó por completo el blanco y negro, con una breve excepción en los años 90.
A través de 23 imágenes realizadas en las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo XX, el visitante podrá recorrer una de las figuras más significativas de la fotografía española. En ellas se recogen escenas costumbristas de Asturias, que recogen sus paisajes y sus habitantes, además de romerías, familias, niños, un anciano disfrutando de una taza de café en Cangas de Onís, e incluso un retrato del padre de Gonzalo Juanes, que sumergirán al espectador en los colores y esencias de esta tierra.
En contraste con estos personajes asturianos se encuentran los protagonistas de la que es una de sus series más conocidas: la que recoge a los asiduos de la calle Serrano de Madrid en 1965, un retrato de los jóvenes de la época que Juanes capturó durante un paseo a la hora del aperitivo. Juanes retrata a los “serranillos” ociosos, llevando la atención del espectador a los peinados, los vestidos, los coches, perros y complementos de las mujeres, y las poses de los hombres que fuman mientras pasean por una de las calles más importantes de la capital.