Pensar sobre una isla es también reflexionar sobre el límite que la circunscribe. Este contorno delimitador puede ser estrictamente geográfico, pero también puede basarse en elementos menos tangibles, como un límite social o legal que establece una determinada condición de excepcionalidad. Buena parte de la práctica artística de Gerard Ortín refleja un interés por explorar el significado de los límites que el ser humano establece en ciertos entornos naturales, mediante los cuales les otorga una singularidad que los hace funcionar como territorios aislados.
La propuesta que abre el ciclo del Espai 13 de este año parte del trabajo que el artista ha desarrollado, con el apoyo de Tabakalera, Azala y Tractora, en algunas zonas de la provincia de Álava reguladas por diferentes medidas de preservación. La muestra resultante se titula Reserva e incluye un conjunto de piezas que interpelan sensorialmente al espectador con una circunstancia específica como denominador común: la drástica reducción de la población de lobos que ha tenido lugar en estos territorios durante las últimas décadas. A partir de este hecho y, concretamente, de cuatro casos de estudio diferentes, Gerard Ortín nos muestra algunos de los efectos que la ausencia del depredador ha provocado, así como algunas de las intervenciones humanas que se han llevado a cabo para contrarrestarlos.
El primer caso de estudio es el de las loberas de convergencia, trampas construidas antiguamente en el norte de la península para cazar lobos y que en la actualidad están prácticamente en desuso. La naturaleza, la forma y la función de estas trampas queda reflejada en la reconfiguración del Espai 13 y también a través de propuestas sensoriales. En este sentido, el artista utiliza el sonido que se producía en las batidas que conducían a los animales hasta la lobera como una demarcación sonora que condiciona la circulación por la sala.
Dispositivo sensorial
Otro de los elementos del recorrido expositivo es una lámpara led verde que se activa con un sensor de movimiento. El utensilio emite una frecuencia de color difícilmente perceptible para muchos animales y por este motivo se utiliza a menudo en la caza con arco. Esta lámpara introduce en la muestra un nuevo estímulo sensorial que nos remite a los umbrales perceptivos de los animales y se vincula con otro de los casos de estudio del proyecto: la evolución paralela que han sufrido tanto la población de lobos como la figura del arquero. Reunidas en un espacio concreto de la sala, el visitante encuentra figuras escultóricas de animales de la fauna ibérica que son, en realidad, dianas utilizadas en una modalidad deportiva de tiro con arco sin muerte. Paradójicamente, estos arqueros están recuperando su rol de cazadores en algunos bosques cuyo ecosistema se encuentra en desequilibrio por la desaparición paulatina del depredador.
El marcaje territorial que el lobo hacía con su orina es ahora reproducido artificialmente en las cunetas de algunas carreteras, en las cuales se utiliza orina embotellada para disuadir a los animales de transitar por ellas. Una fotografía atestigua este fenómeno –tercer caso de estudio del proyecto–, como lo hace también un gran charco de orina de lobo en el suelo de la sala. Para Ortín, este estímulo olfativo es una «señalética orgánica que gestionamos perfectamente a nuestro favor, a pesar de haber desaprendido a interpretar, por atrofia, aturdimiento o domesticación, su componente sensible».
La disminución del número de lobos ha provocado que se reduzca también la presencia de despojos de animales muertos, de los que dependían ciertas especies carroñeras. Para contrarrestar esta ausencia, los cuerpos de mantenimiento de algunas zonas protegidas deben procurar alimento a algunos animales. Esta dinámica es el objeto del último caso de estudio de Ortín, que queda reflejado en Reserva en la filmación de un área vallada para alimentar buitres dentro de un parque natural.
Muchos de los fenómenos y situaciones definidos en los diferentes casos de estudio reaparecen en una película que se proyecta en una gran pantalla hecha con paneles de espuma negra, situada al final del recorrido expositivo, la cual arquitectónicamente evoca la pared derecha de una lobera. Se trata, según Alexandra Laudo, del último elemento «de un dispositivo sensorial que nos acerca a formas de reconocimiento del espacio menos antropocéntricas, quizás más propias de los animales y de otras formas no humanas, y que plantean una aproximación sensible, perceptiva, más que conceptual, al significado del límite».
- La posibilidad de una isla es el ciclo de exposiciones del Espai 13 de la Fundació Joan Miró para la temporada 2017-2018, que cuenta con la colaboración de la Fundación Banco Sabadell. Comisariado por Alexandra Laudo (Heroínas de la Cultura), el proyecto se articula en torno a los significados simbólicos y socioculturales que ha tenido a lo largo del tiempo un espacio paradigmático en el imaginario colectivo: la isla.