El trabajo de Franquelo-Giner recorre los senderos de lo cotidiano para interpretar la cultura y lo natural a través de la acelerada industria de producción alimentaria y de la tecnología. Su práctica artística vuelve, de forma recursiva, al tópico de la identidad para preguntarse a sí mismo sobre su papel como artista a la hora de mediar un proceso tremendamente expansivo y cambiante: el vendaval entre lo natural y lo cultural, muy influido por la biotecnología.
Pero no realiza un simple registro de las huellas del ser humano en el planeta. Tampoco hay rastros de poliéster, comúnmente utilizado en la imitación masiva de lo vivo. En su lugar invita al espectador –a través de la instalación y la fotografía– a destapar la caja negra de un accidente de avión, abierta a la interpretación del misterio de su catástrofe.
El madrileño reúne objetos inquietantes, desproporcionados y que han sido despojados de su cometido habitual, como peluches reinterpretados, como una especie de ready-made excéntrico. La carne también ocupa un lugar capital en la muestra, desde una desmesurada loncha de mortadela a un escrito en el papel absorbente de una bandeja de filetes, con el rastro de la sangre como testigo y una turbadora pregunta sobre el sujeto.