De carácter documental, la exposición incluye fotografías de rodaje, dibujos originales, proyecciones y material inédito, y permite acercar al visitante a la complejidad y grandeza de uno de los directores más influyentes de la historia del cine.
«No se puede interrumpir una emoción». Fellini acuñó este eslogan, lema del que hizo bandera, para combatir los anuncios que interrumpían la proyección de películas en televisión. Pese a esta animadversión, en 1992 aceptó el encargo de realizar tres anuncios para promocionar la Banca di Roma. Tres inquietantes propuestas interpretadas por Paolo Villaggio, Fernando Rey y Anna Falchi que revelan las preocupaciones de un hombre que acude al psicoanalista y vuelca allí su mundo onírico: desayunos encantadores que se interrumpen, animales salvajes en una cárcel, túneles que se derrumban… ¡Magníficos cortos de poco más de un minuto por cabeza!
Como comentó en la presentación de la exposición su comisario, Gianfranco Angelucci, «no los hizo por dinero, sino por la necesidad de crear, de rodar. Sabemos que el dinero no fue lo decisivo porque le ofrecieron un millón de dólares más por interpretar el papel que finalmente hizo Fernando Rey, algo a lo que él se negó en redondo. Lo que quería era filmar sus sueños».
La exposición del CBA también acoge las imágenes del último rodaje de Fellini realizadas por su amigo Domenico Cattarinich «Mimmo», fotógrafo y realizador fallecido en Roma a los 80 años el pasado 28 de agosto. Se trata de una selección de varios centenares de fotografías en color y blanco y negro del rodaje y backstage del encargo publicitario.
Pintor e ilustrador
Sueños y dibujos. Ambos elementos estuvieron presentes hasta el final en su trabajo. El director italiano que como confesaría más de una vez pensó en su juventud en dedicarse profesionalmente a la ilustración y la pintura y que como caricaturista trabajó en algunas de las publicaciones humorísticas más destacadas de Italia, plasmaba cada día sus sueños en un diario titulado El libro de los sueños. Este hecho revela la importancia del inconsciente en la vida de Fellini.
«El dibujo era una de sus obsesiones», apuntó Angelucci. En efecto, la práctica casi mecánica del dibujo queda patente a través de su propio testimonio: “Siempre he dibujado sobre cualquier trozo de papel que me encontraba. Es una especie de reflejo condicionado, un gesto automático, una manía que llevo conmigo desde siempre”. En ese exuberante material encontraría inspiración para muchas de sus creaciones.
El comisario de la muestra y crítico de cine Gianfranco Angelucci coordina además el volumen/catálogo Fellini. Sueño y diseño, y nos acerca con sus textos a la obra cinematográfica y gráfica de Fellini y, en concreto, a los tres spots rodados en 1993 que de algún modo constituyen el testamento cinematográfico del creador.
También contribuyen a este volumen el crítico de cine Tullio Kezich, los actores Anna Falchi y Paolo Villagio y el psiquiatra Vittorino Andreoli. El coordinador también entrevista a Antonello Geleng, buen amigo del cineasta, a quien este regaló una extensa colección de dibujos que en su mayor parte se exhiben en la muestra y se reproducen en este volumen.
«Fellini concebía la película como una obra pictórica que se construye con luz. Su sueño era hacer una obra cinematográfica que fuese a la vez inmóvil, pero en movimiento, como un fresco», concluyó Angelucci.
Sueña Fellini en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta el 21 de enero de 2018. Soñemos con él. ¡Nunca nos arrepentiremos!
Mítico creador
Federico Fellini nació en Rímini en enero de 1920. En 1939 se trasladó a Florencia y posteriormente a Roma, donde trabajó como periodista, escritor y dibujante. Su primera experiencia profesional en el mundo del cine tuvo lugar en 1945, cuando colaboró con Roberto Rosellini en la realización del guión de Roma, ciudad abierta.
Trabajó después como guionista y ayudante de dirección antes de dirigir su ópera prima, pero no fue hasta su tercer largometraje en solitario cuando comenzó a ser ampliamente conocido: Los inútiles (1953), vinculada al neorrealismo, y posteriormente La Strada (1954) y Las noches de Cabiria (1956), protagonizadas estas dos últimas por Giulietta Massina (su mujer) y galardonadas con sendos Oscars de la Academia, le lanzaron al éxito internacional.
La gran acogida comercial de La dolce vita (1960) le permitió alejarse del neorrealismo de sus primeros films para acercarse a terrenos, a veces autobiográficos, y más cercanos a las corrientes surrealistas. Fellini, que siempre coescribió sus textos (con Tullio Pinelli y Ennio Flaiano hasta 1965 y más tarde con Bernardino Zapponi o Tonino Guerra), fue nominado en tres ocasiones al Óscar al mejor director, consiguiendo una estatuilla honorífica en 1992. Sin embargo, subió en cuatro ocasiones, a recoger el Óscar que premia a la mejor película extranjera por La Strada, Las noches de Cabiria, Ocho y medio y Amarcord. Federico Fellini murió en Roma en 1993.