A sus 82 años largos, y con una trayectoria que lo encumbra como uno de los referentes universales en su amplia parcela de acción, habla Foster sin maximalismo alguno, sin engolamientos superficiales, sin retórica ni demagogias… por lo que cae sobre quien escucha la voz de la sensatez, algo que en estos tiempos de tanto ruido se agradece de forma muy especial.
Desde sus primeras obras, la arquitectura de Norman Foster ha procurado utilizar el conocimiento técnico para prefigurar el futuro y para superar barreras físicas o sociales. Inspirándose tanto en las construcciones históricas como en los avances científicos, sus proyectos reconcilian tradición y modernidad, inteligencia urbana y capacidad transformadora, excelencia estética e innovación tecnológica.
Madrid y Foster
Coincidiendo con la presentación pública de la Norman Foster Foundation en Madrid -«una ciudad en la que cada vez paso más tiempo y en la que por su cosmopolitismo y talante me siento muy satisfecho de dejar una parte importante de mi archivo profesional y vital»-, intervino en la apertura de su exposición.
En relación con la ampliación del Museo del Prado y aunque no se ha tomado la decisión definitiva, Foster comentó que aportó dos versiones distintas para el Salón de Reinos, «pues dentro de nuestras intenciones estaba ofrecer cierto grado de elección», aunque cabe deducir por sus palabras que él prefiere la opción que integra un pórtico con unas grandes columnas de bronce, «con lo que se realza el volumen del conjunto con la intención de peatonalizar el área que rodea el nuevo complejo». En el edificio se eliminarán las arquitecturas añadidas en el siglo XIX y se instalará una amplia sala central de exposiciones.
Profundamente preocupado por la sostenibilidad del planeta, por la conservación de la naturaleza y por las energías renovables -«sueño con que seamos capaces de utilizar todo el potencial de la energía del Sol, con coches más limpios, con ciudades más respirables»-, Foster, autor de numerosos proyectos de peatonalización en distintas ciudades, se refirió al previsto para la Gran Vía de Madrid: «Cerrar al tráfico de automóviles es una idea excelente, pero hay que hacerlo bien. A menudo la separación entre el tráfico y los peatones resulta hostil. Para que sea eficaz hay que hacerlo adecuadamente y eso pasa por pensar muy bien las soluciones».
Futuros comunes
Comisariada por Luis Fernández-Galiano, catedrático de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid (ETSAM) y director de Arquitectura Viva, la exposición Norman Foster. Futuros comunes documenta 12 proyectos del arquitecto que dialogan con otras tantas propuestas pertenecientes a varias décadas anteriores, para subrayar la continuidad de sus inquietudes y poner de manifiesto la variedad de sus intereses. Todo ello a través de más de 30 maquetas, 160 dibujos y diversos audiovisuales.
De las intervenciones en edificios patrimoniales a los proyectos de habitáculos en la Luna, la obra de Foster recupera la memoria del pasado y anticipa las necesidades del futuro sin dejar de estar sólidamente arraigada en las demandas y urgencias del presente. Sus propuestas, tanto para los nuevos espacios de trabajo o la cultura, la atención a los pacientes de cáncer o a las poblaciones carentes de infraestructuras como para desarrollos urbanos sostenibles o rutas elevadas para ciclistas, estimulan el empeño por hacer nuestras ciudades más habitables. Todo ello bajo el signo de la sensibilidad social, de la apertura al cambio y de la innovación.
Además, a través de 12 secciones expositivas se repasan sus ideas sobre diferentes temas de interés social, siguiendo un itinerario, como queda apuntado, que comienza con la reflexión sobre el pasado y termina con el futuro pasando por la cultura, el trabajo, el bienestar o la sostenibilidad. Cada sección presenta un proyecto reciente junto a otro de su primera etapa, evidenciando la continuidad de estos rasgos en su arquitectura, orientada siempre a la prefiguración de un futuro común.
Diálogos / posibilidades
El futuro del pasado y del patrimonio se ilustra relacionando su cuidadosa extensión de las míticas bodegas Château Margaux con sus primeros dibujos de arquitectura vernácula cuando todavía era estudiante, y comparando su actual proyecto para la ampliación del Museo del Prado con el Carré d’Art que completó hace un cuarto de siglo en Nîmes.
Por su parte, los futuros de la forma y la función arquitectónica vinculan la reciente sede de la compañía Bloomberg en la City londinense con la que construyó para Willis Faber & Dumas hace cuarenta años, y la nueva Casa de Gobierno en Buenos Aires con el renovador Sainsbury Centre, que en su día transformó la percepción de los espacios del arte.
Tanto el futuro del trabajo como el futuro del bienestar dan lugar a mostrar en paralelo la sede construida para Apple en California, que integra 9.000 árboles frutales, con el pionero proyecto para Olsen en los muelles de Londres, y el Maggie’s Centre para pacientes oncológicos con la escuela de Hackney para niños que necesitan cuidados especiales.
En Foster, la voluntad de atender a las necesidades contemporáneas se une al refinamiento técnico, y tanto el futuro de la construcción como el de la tecnología se exploran vinculando el titánico proyecto para el aeropuerto de México con el Climatroffice -la visionaria propuesta que realizó con Buckminster Fuller- y el sostenible Droneport con la elementalidad de su Casa autónoma.
La ciudad y el territorio exigen pensar de nuevo el futuro de la movilidad y el de la sostenibilidad, una tarea que aquí se enseña poniendo en relación el estimulante proyecto urbano del SkyCycle con el Metro de Bilbao, y la Carbon neutral ciudad de Masdar con el precursor plan territorial ecológico de La Gomera.
Por último, el futuro de las redes que enhebran el planeta e incluso de la expansión de la humanidad fuera del mismo dan lugar a mostrar juntos el proyecto del Thames Hub con la barcelonesa Torre de Collserola, y la base lunar para la Agencia Espacial Europea, construida con robots y tecnología 3D, con la primera realización del arquitecto, un minúsculo refugio en forma de cabina de avión, el Cockpit.
Solo un arquitecto
«Solo soy un arquitecto», apostilla Foster, «y los arquitectos no tenemos poder, nos limitamos a hacer reales ciertas decisiones. Quienes realmente influyen en la transformación de las ciudades son los políticos, a los que hay que exigirles que tomen caminos positivos para todos. Pero podemos ayudarles a que tomen las mejores opciones».
En este sentido confesó que una de las obras de las que se siente más orgulloso es el Puente del Milenio en Londres: «Es el primer y único puente exclusivamente peatonal que existe sobre el Támesis. Cuando presenté el proyecto me dijeron que era imposible. Insistí hasta que logré realizarlo. Convencí a políticos que por fin dieron el visto bueno. Hacen falta políticos con compromiso y coraje».
Dicho esto y preguntado por su opinión sobre el tema catalán fue rotundo: «Me quedé sorprendido y sobrecogido con el Brexit. Me siento europeo. España es un gran país. Tenemos que trabajar en equipo. El futuro pasa por compartir, no por encerrarse y dividirnos. Los políticos están a nuestro servicio para solucionar problemas, no para crearlos. Confío en que así lo hagan».