En el epitafio de la tumba de María Zambrano se pueden leer las siguientes palabras: Levántate, amiga mía, y ven. Un Niño Hambriento, en esta noche de verano, se refugia en el cementerio y las pronuncia invocando a Zambrano, quien, con ayuda de María Niña, le dará de comer. Pero fuera hay muchas personas pasando hambre. Entonces, Zambrano intentará desesperadamente encontrar la última palabra, aquella que seguía buscando en 1988 cuando se convirtió en la primera mujer en recibir el Premio Cervantes: la palabra perdida, la palabra única, secreto del amor divino-humano. Una palabra que nos alimente ante la incertidumbre social y política en que vivimos: paz.
¿Por qué es importante recuperar hoy la figura de María Zambrano? Jana Pacheco lo tiene claro: «En un momento donde el mundo se caracteriza por el abuso de poder y se llena de fronteras, donde la explotación infantil y las guerras no cesan, donde los derechos humanos se convierten en privilegios, es necesario que el teatro siga siendo una herramienta política, una trinchera férrea que nos permita vivir con esperanza de cambio. La figura de María Zambrano, cuya filosofía fue un canto a la vida, a la paz, nos enseña que ‘el sentir entiende y el entender siente’ y nos deja su razón poética para que poesía y filosofía sean un camino útil para transitar la realidad».
Para la directora, el texto de Nieves Rodríguez ha sido un desafío. «Lejos de ser una biografía de Zambrano se presenta como una ventana a su filosofía. La autora nos cuenta una historia en dos tiempos: la vida y la muerte y juega con una espiral dramática que, fragmentada por una línea divisoria, nos adentra en la infancia y la muerte de la filósofa malagueña. La infancia como semilla de su pensamiento, la muerte como ‘lugar en el que se nace del todo’, como espacio en el que encontrará su última palabra: paz. Esta estructura dramática tan personal ha hecho que nos adentremos en el texto con amor, con esperanza, para que la poesía pueda verse y escucharse en escena de manera plástica».
¿Qué país tendríamos ahora?
«Mi dirección ha sido un intento de conjugar creatividades -explica Jana Pacheco-, partiendo de una premisa: el realismo mágico como posibilidad de reflejar la razón poética zambraniana. Nos hemos sumergido en la filosofía y la poesía y hemos aprendido, compartiendo algunas incertidumbres y algunas certezas que:
Si la guerra no hubiese expulsado a nuestros y nuestras intelectuales…
Si la dictadura no hubiese exterminado a nuestras artistas…
Si la historia hubiese dejado trasmitir conocimiento a nuestros filósofos y filósofas…
Si los maestros y maestras hubiesen podido alzar la voz…
Si se alimentara a la infancia…
Si nuestras raíces no se hubiesen perdido…
¿Qué país tendríamos ahora?».