Para su comisaria, Ana Domínguez Siemens, “la aparición en el siglo XIX de la producción industrial de productos fabricados en serie, idénticos entre sí, se vio entonces como un gran avance que no sólo proporcionaba al consumidor objetos de precio más democrático sino que también eran “perfectos”, se eliminaban los errores inherentes a la ejecución artesanal de manufactura manual. Con el tiempo, desde el diseño surgió la idea de que quizá esas ‘detestadas’ imperfecciones tenían su lado positivo, ya que aportaban un toque humano al objeto así como una cierta diversidad”.
En los años setenta, el diseñador Gaetano Pesce, pionero del pensamiento antiserialización, hablaba ya del malfatto, de las cosas mal hechas o imperfectas como una característica positiva y celebrable. “Su objetivo siempre fue cómo conseguir esa deseada o anhelada singularidad que hace a los objetos únicos desde la propia plataforma de producción industrial. Llegar a obtener a través de ese tipo de producción un reflejo más afín a nuestra sociedad, que es inequívoca y afortunadamente diversa”, explica la comisaria. Para la firma Cassina realizó entonces dos proyectos, la silla Dalila –que se puede ver en la muestra–, y el sillón Sit Down, que permitían a los operarios de la fábrica decidir la forma final, consiguiendo que cada una de ellas fuera ligeramente diferente a las demás. Además de la silla Dalila, en CentroCentro se pueden ver otras piezas del maestro Pesce, como las zapatillas Fontessa, para la firma Melissa, y los prototipos de las sillas Dear Diversity.
En la actualidad, gracias a las tecnologías, es más sencillo fabricar productos no estandarizados y son muchos los diseñadores que ofrecen productos diferenciados o que permiten incorporar las variantes requeridas por el propio consumidor final. ¡Viva la diferencia! muestra una selección de una treintena de proyectos, entre otros: muebles y objetos cuya estética se inspira en las características físicas del usuario –el color de los ojos, la radiografía de los huesos, la forma del cuerpo o del cráneo– (Serie Cloning, de 5.5 designers); objetos cuyo proceso de producción se activa en función de la presencia de la audiencia, introduciendo variaciones de color y tamaño dependiendo del interés que haya despertado (Collective works, de mischer’traxler); lámparas que permiten más de diez mil millones de combinaciones posibles (lámpara Alphabeta, de Luca Nichetto para HEM); mesas en las que el usuario puede elegir materiales, acabados y hasta doce estilos diferentes de patas que varían el resultado (mesa Multileg, de Jaime Hayon para BD Barcelona Design); o alfombras únicas, anudadas manualmente, que hacen visible el nombre propio del tejedor, su edad, y el número de horas empleadas para llevarla a cabo (alfombra Day by Day, de mischer’traxler para Nodus).
La exposición, que se plantea como un discurso tridimensional sobre la diversidad de la producción de muebles y objetos, guía a los visitantes a través de un camino que simula una cadena de montaje, símbolo inequívoco de la producción estandarizada y en contraposición de los objetos que se exhiben. Toda la instalación, diseñada por Ciszak Dalmas, está compuesta por planchas de madera reciclada y 1.300 tubos de cartón.