Sánchez es tan poeta como reportero, sin contradicciones. No ha buscado el hedonismo sino una belleza con filo, capaz de potenciar y volver más profundo el sentido de imágenes que nos muestran la tragedia de la guerra y la violencia. No crea una estética de estas desgracias: las critica a través del impacto estético y de los poderes cognoscitivos y comunicativos particulares del arte. Como ha dicho Antonio Muñoz Molina: “En el disparo de su cámara siempre hay denuncia y siempre hay poesía”.
De Goya a Robert Capa a los reporteros mediáticos de hoy, los cronistas de guerra suelen ser reporteros de muerte. Sánchez es un reportero de vida, del triunfo de la vida sobre la violencia destructora. Esta visión enfoca todo su trabajo, y es el gran eje temático de esta muestra. Un poeta, John Yau, ha dicho que ya no hay héroes: sólo sobrevivientes. Pero los sobrevivientes pueden ser también vencedores, y Gervasio los retrata en su reincorporación a la vida.
Sus imágenes se concentran en enseñar cómo la vida se sobrepone, cómo se manifiesta en medio de las ruinas de la guerra y la muerte, superándolas. Expresan a menudo una alegría paradójica, lacerante, porque documentan la vida que se niega a ser aniquilada. Más allá de las minas, los desaparecidos, los bombardeos y Sierra Leona, esta es la historia mayor, el gran suceso de permanente y ahistórica actualidad que nos reporta Gervasio Sánchez.
Con motivo de esta exposición se ha publicado un libro con textos de Gerardo Mosquera (Vida); Laura González (Ello, ellos, nosotros: la fotografía interpelativa de Gervasio Sánchez) y Estrella de Diego (Fotografiar en gerundio).